1. ¿Quién conduce? Una parte del público parece muy preocupada por
establecer quién conduce el proceso devaluatorio: ¿el gobierno o el
mercado? Aunque no estemos seguros de si la pregunta está bien
formulada, o si siquiera importa la respuesta, lo intentaremos. El
gobierno brinda las dos respuestas. Por un lado, acusa a los
especuladores de promover una corrida contra el peso, y la figura de
Aranguren ofrendó un responsable con rostro y apellido. Los
especuladores, cabe aclarar, nunca son los responsables exclusivos de
las manías, los pánicos y los crashes: ellos están en todas partes, allí
donde haya billetes, títulos, acciones y otros intangibles, siempre al
acecho, listos para aprovecharse de los desinformados y los
desprotegidos. Pero si me atacan las palometas: ¿es culpa de los peces
dentados y hambrientos, o mía, porque me bañé en el Río Paraná contra
todas las advertencias? Es la política macroeconómica consistente y
eficazmente regulada la encargada de evitar los embates.
Por otra parte, pese a la retórica del ataque especulativo, hay
movimientos inequívocos por parte del gobierno, que pretende estabilizar
el tipo de cambio en un nuevo equilibrio. Se busca que el valor oscile
en los 10 pesos, tomando el valor nominal más el recargo de la AFIP. Un
número redondo que, lejos de lo azaroso, reconoce los fuertes
componentes psicosociales de la confianza económica (así como la
convertibilidad monetaria de los noventa no hubiera funcionado con
decimales). Antes se había acordado con Repsol, entró a Capitanich (y
salió Guillermo Moreno), se reiniciaron las negociaciones con el Club de
Paris (que poco inciden en la coyuntura, porque los europeos proponen
una refinanciación de acá a un tiempo), se lanza el nuevo índice
inflacionario en febrero. Los propósitos, al menos, van en una
dirección.
2. La puja distributiva. Las editoriales y columnas de los diarios
del domingo insistieron con la "inexperiencia" e "impericia", amén de
"improvisación", del equipo económico para lidiar con la actual
coyuntura. Subyace en esos comentarios la idea de que la actual gestión
heterodoxa ignora las fórmulas y recetas que los economistas más
ortodoxos proponen para salir de esta coyuntura. Pero esto no debe
llevar al lector a confusión: no es que la actual gestión heterodoxa
ignore las recetas que los economistas ortodoxos proponen, o como
implementarlas. La economía no es una disciplina tan misteriosa, ni son
tantos sus secretos. Ocurre que tienen otra visión, ideológica, sobre el
proceso distributivo.
Había que corregir el tipo de cambio y tal vez, el mejor momento para
hacerlo fue después de las elecciones del 54%. En aquél momento, el
gobierno intentó ganar tiempo con la llamada "sintonía fina", cuyo
espíritu luego retomarían Capitanich-Kicillof en sus primeros días en el
gabinete. Pero devaluar, como casi toda decisión de política económica,
tiene ganadores y perdedores, y el gobierno kirchnerista en 2011 no
quiso trasladar el costo de la corrección macro a los asalariados y los
comerciantes.
La clave, ahora, de la corrección vía devaluación, es contener el
aumento de precios y salarios. La megadevaluación de Duhalde - Remes
Lenicov contó con el apoyo del conjunto del sindicalismo argentino, que
aceptó la pesificación de los salarios y congeló sus pretensiones por un
tiempo prudencial. Ahora, lo que hay es un sindicalismo más dividido, e
inflación periódica, lo que hace casi imposible un gran acuerdo de
precios y salarios. Tal vez sea el momento de un Pacto de la Moncloa
genuino -el verdadero significado de la Moncloa fueron los acuerdos de
precios y salarios-, pero la oposición es recalcitrante y el resto de
los actores corporativos no está dispuesto a compartir costos políticos
con el oficialismo. Con estas condiciones, a lo que puede aspirar el
gobierno es a una cierta morigeración de los aumentos, no a grandes
concesiones.
3. Desfinanciamiento estructural. Los ciclos de la apreciación de la
moneda, fuga al dolar, ahogo financiero y devaluación se repiten con
frecuencia en la Argentina de los últimos 40 años. Esto se da bajo
diferentes orientaciones de política económica, y ya parece superar
cualquier explicación proveniente, en forma exclusiva, de la teoría
económica. Ninguna política económica de las que conocimos parece capaz
de evitar el problema del desfinanciamiento. Todas ellas parecen
contener los incentivos para la fuga de divisas por parte de los grandes
actores económicos (empresas privatizadas, exportadores, productores de
materias primas, sistema financiero). ¿No habrá que trabajar más
intensamente con la productividad de aquellos actores de la economía que
tienen menos incentivo a la desfinanciación?