Imagen, construcción, instalación y ocupación del imaginario






Desde siempre hemos sabido que “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, en la actualidad, y gracias al alcance de la tecnología, las imágenes han cobrado una relevancia indiscutible. Nuestra vida es constantemente fotografiada, compartida y reproducida a través múltiples canales. Imaginen entonces el nivel de exposición que pueden tener los disparos fotográficos que reciben constantemente los líderes mundiales, y que con un pequeño click, pueden adquirir más viralidad que la gripe H1N1.


Nadie duda de la fuerza que puede tener una imagen, sobre todo en política. Las imágenes tienen vida propia, mutan día a día y nos transmiten poderosos mensajes. La instantánea de Obama estrechándo la mano a Raúl Castro, fue la imagen del día durante el funeral de Mandela y ha dado la vuelta al mundo. De hecho, este estampa ha tenido una repercusión exponencialmente mayor a la del discurso del presidente norteameriacno, a pesar de ser una pieza ejemplar y de la conocida capacidad de Obama para deslumbrar como orador. Y aunque desde la Casa Blanca hayan dicho que fue un gesto espontáneo del presidente, es muy probable que haya sido milimétricamente calculado. Después de todo, el equipo de Obama se caracteriza por hacer uso de la simbología y la imagen como ningún otro en la historia de EEUU. Lo que muchos vimos en esa imagen fue la esperanza de un acercamiento entre dos naciones que llevan varias décadas enemistadas, y tal vez un destello de cortesía entre dos personajes bastantes deshumanizados.


Sin embargo, gracias a esta libertad de interpretaciones que permite la imagen, en los Estados Unidos no faltaron las críticas al saludo del presidente, incluso John McCain se animó a compararlo con el apretón de manos de Neville Chamberlain con Adolf Hitler al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Aún más criticada (y claramente espontánea) fue la “auto-foto” que se tomó el presidente Obama junto al primer ministro Británico, David Cameron, y la premier danesa Helle Thorning Schmidt, ante la mirada distante de Michelle Obama.





Por otro lado, esta semana también hemos visto en Catalunya imágenes que dicen mucho, como la que se tomaron los líderes del PP, PSC y C’s brindando en la celebración por el día de la Constitución y que dio lugar a numerosas interpretaciones en la web. Las imágenes son por cierto, armas de doble filo y se han convertido en una parte esencial de nuestras vidas, hasta el punto de que nuestra creciente obsesión por documentarlo todo ha logrado dinamitar nuestra capacidad de recordar aquellos momentos que fotografiamos compulsivamente.


El poder de las imágenes ha sido largamente estudiado y documentado: cómo las percibimos, qué efectos tienen en nuestra percepción de la realidad y de los mensajes. Su utilización en comunicación política es un recurso eficiente que debe ser valorado y custodiado para evitar que se nos vuelva en contra.


Es importante conocer las diferentes estructuras estéticas que debe tener una imagen política, lo que se debe y lo que NO se debe hacer para conseguir un mensaje claro y movilizador. Pero sobre todo, es importante respetar a los profesionales del sector, permitirles hacer su trabajo y evitar enfrentamientos perjudiciales. Ejemplo de esto es lo que le sucedió a Mariano Rajoy, que luego de intentar limitar la acción de los fotógrafos en el hemiciclo fue víctima de una medida correctiva por parte de estos, quienes se encargaron de publicar varias fotos poco agraciadas del presidente de gobierno y que aún hoy son las primeras que aparecen cuando ponemos “imágenes de Rajoy” en Google.





Existen medios preventivos para escapar de la foto indeseable, pero aun así es muy probable que eventualmente seamos captados in fraganti por la lente de algún dedicado fotógrafo. Cabe recordar, sin embargo, que del ridículo sí se vuelve y como prueba de ello les dejo una entretenida recopilación de las fotos más insólitas de los políticos, en las que destaca la cantidad de fotos que existen de Silvio Berlusconi admirando la belleza del género femenino.