La viabilidad nac&pop

Los proyectos nacionales y populares (PNP) prevalecientes en América del Sur, se caracterizan por su énfasis en la equidad social, la defensa de la soberanía y el protagonismo del Estado en el proceso de transformación. ¿Son viables estos proyectos en un mercado mundial globalizado? En otros términos, ¿es posible gobernar los mercados para alcanzar los objetivos de los PNP?
El fundamentalismo globalizador responde que no, porque los mercados son ingobernables. Los operadores pueden evadir las normas regulatorias y los Estados carecen de instrumentos para evitarlo. Cualquier intervención contraria a las expectativas del mercado está destinada al fracaso. Además, la intervención del Estado deprime la economía real y desalienta la inversión, la producción y el empleo. Por ejemplo, el Instituto de Finanzas Internacionales, que expresa las opiniones del mundo del dinero, estima que la normas de Basilea III sobre el capital y liquidez de los bancos, reducirían el PBI mundial y provocarían la pérdida de 7,5 millones de puestos de trabajo.
En consecuencia, el mejor de los mundos posibles es el desregulado, porque los mercados reflejan comportamientos racionales, que armonizan el interés privado con el público. Es la versión moderna de la “mano invisible” del liberalismo clásico: cuanto más libres, más útiles son los mercados para servir el interés general. La impotencia del Estado es, por lo tanto, una buena noticia. En otros términos, los PNP están fuera del contexto de la economía mundial contemporánea.
Esta visión no abarca la totalidad de la economía mundial. Se concentra fundamentalmente en el antiguo centro hegemónico de las economías industriales del Atlántico Norte. En China y los otros países emergentes de Asia, el dinamismo de sus economías obedece, precisamente, a que no se han sometido al canon ni al Estado neoliberal. Prevalecen en estos países Estados nacionales, capaces de administrar la globalización e impulsar el desarrollo. En combinaciones diversas, prevalecen en esos países, objetivos comparables a los de los PNP de América del Sur. De este modo, se está registrando una redistribución del poder mundial y el surgimiento de un nuevo centro dinámico en la cuenca Asia-Pacífico. Las turbulencias y asimetrías en el orden mundial contemporáneo, reflejan la coexistencia de “Estados nacionales” en los países emergentes y “Estados neoliberales” en el antiguo centro hegemónico.
La respuesta al interrogante acerca de la viabilidad de los PNP es afirmativa y requiere la gobernabilidad de la economía. Todos los países que despliegan exitosamente su potencial de desarrollo dentro del orden global, mantienen una fuerte solvencia fiscal, superávit en sus balances de pagos en cuenta corriente, elevadas reservas internacionales genuinas no fundadas en deuda, sistemas monetarios asentados en la moneda nacional y tipos de cambio que sustentan la rentabilidad de la producción de bienes transables sujetos a la competencia internacional.

Administrar la globalización es una condición necesaria para la viabilidad de los PNP. Vale decir, para desplegar el potencial de desarrollo de nuestros países y ocupar una posición simétrica, no subordinada, en las relaciones internacionales. La globalización puede administrarse en beneficio propio ampliando, al mismo tiempo, las relaciones con la economía mundial. Las evidencias más recientes y notables las proporcionan los economías emergentes de Asia. Responden al crecimiento del comercio mundial de bienes de creciente valor agregado y tecnología, promoviendo la industrialización, la integración de las cadenas de valor, el impulso a la educación, la ciencia y la tecnología y la especialización intaindustrial en la división internacional del trabajo. Administran también la presencia de filiales de las corporaciones transnacionales vinculándolas al tejido productivo interno y al acceso a los mercados internacionales, preservando el liderazgo de las empresas de capital nacional y del Estado. Regulan la globalización financiera manteniendo los equilibrios macroeconómicos, evitando las burbujas especulativas y apoyando la acumulación de capital en el ahorro interno y, complementariamente, en el extranjero.
Los latinoamericanos no tenemos todavía mayor influencia en la resolución de los problemas del orden global. Sin embargo, disponemos de una capacidad decisiva para determinar si estamos, en ese orden, ejerciendo nuestro derecho al desarrollo o nos resignamos a reproducir nuestra histórica condición periférica. Aún juntos, no podemos cambiar el mundo de asimetrías, inestabilidad e injusticia, que habitamos, pero podemos estar, en ese mundo, parados en nuestros propios recursos, ejerciendo la soberanía y, desde allí, en efecto, contribuir a la defensa de los intereses del género humano en el orden global. Contamos con suficientes instrumentos propios, como, por ejemplo, el control de los movimientos de capitales de corto plazo, para disciplinar los mercados financieros, colocándolos al servicio de la producción y el trabajo.
Los PNP son la respuesta correcta a los desafíos que plantea el orden mundial contemporáneo. Su éxito no está amenazado por supuestas restricciones externas insalvables. Depende, esencialmente, de la propia capacidad de resolver los problemas que plantea la transformación. Es decir, de la ingeniería política del desarrollo y la inclusión social. En este escenario mundial resurge el proyecto integracionista en el espacio sudamericano, fundado en la convergencia de los PNP prevalecientes en nuestros países.