En la nota de la semana anterior destaqué que la argentinización de
la economía argentina y el desarrollo industrial en las tecnologías de
vanguardia eran condiciones necesarias para resolver la insuficiencia de
divisas. Vale decir, la restricción externa, la cual, por su carácter
estructural, amenaza con convertirse en eterna. Otras dos cuestiones
importantes en la misma materia se refieren a la explotación de los
recursos naturales y el autoabastecimiento energético. Sobre este
segundo tema no me detendré, porque, sobre el mismo, existe suficiente
atención de la opinión pública y en el debate político.
Respecto de los recursos naturales, la agregación de valor y
tecnología contribuye al desarrollo industrial y tecnológico,
diversifica la oferta para el mercado interno y aumenta el valor de las
exportaciones de bienes de origen primario. La producción agropecuaria
ha experimentado un extraordinario proceso de transformación y aumentado
sus volúmenes y saldos exportables. El aumento de la participación de
los componentes de producción local, en las cadenas de valor, impulsa
actividades de alta densidad tecnológica, en diversos sectores. La
bioeconomía, incluyendo el aprovechamiento de la biomasa, es uno de los
pilares de la economía nacional. Como hemos visto en notas anteriores,
el superávit de divisas del sector agropecuario (SPP) es el que permite
pagar los déficit (DMOI/E) en el comercio de manufacturas de origen
industrial (MOI) y en el sector energético (E). El SPP permite cubrir
el DMOI/E y constituye el límite del crecimiento de la economía
argentina, en condiciones de equilibrio externo. El papel histórico
cumplido por el agro permitió acumular un respetable acervo científico y
tecnológico y capacidad de gestión de los recursos e integrar, la
cadena de valor agropecuaria, al desarrollo del país.
No sucede lo mismo con el sector minero, de creciente importancia a
medida que se revela la amplitud de los recursos naturales existentes.
La herencia neoliberal incluye la provincialización en el dominio de
esos recursos (dispuesta en la reforma de la Constitución de 1994) y una
legislación minera propia de países periféricos, sin estrategia de
desarrollo nacional. La reforma constitucional fracturó la unidad de
intereses de la Nación en la explotación de sus recursos y la convirtió
en los intereses locales de cada provincia. Dispersó, en consecuencia,
el poder decisorio de las políticas públicas entre el Estado nacional y
los provinciales, obstaculizando la formulación de una política nacional
que, necesariamente, descansa en el Estado nacional en cooperación con
los gobiernos provinciales. En ese marco, la legislación minera
existente viabilizó inversiones extranjeras que explotan los recursos,
los exportan en su condición primaria y apropian de gran parte de la
renta minera y de la totalidad del valor agregado por la transformación
posterior, en el extranjero, de tales recursos. Atendiendo al respeto de
las normas del Estado de derecho, está pendiente el replanteo de la
explotación de los recursos mineros, que pueden cumplir un papel
fundamental en el desarrollo del país y la remoción de la restricción
externa.
¿Cuánto tiempo nos queda para encontrar el rumbo necesario del
desarrollo nacional y no quedar definitivamente atrapados en las redes
de la restricción externa? Probablemente, no mucho, porque las fuerzas
de la globalización son cada vez más intensas y, por lo tanto, creciente
el riesgo de subordinación del espacio nacional a procesos
incontrolables y a las decisiones de agentes foráneos y sus epígonos
criollos.
La remoción de la restricción externa define el futuro de la economía
argentina y su inserción en el orden mundial. Es posible, a través del
aumento de los excedentes de la producción primaria y el
autoabastecimiento energético, extender el límite del crecimiento de la
estructura productiva desequilibrada. Es decir, cuanto mayor sea el SPP,
mayor el déficit posible del comercio de MOI. Dentro de la actual
estructura productiva desequilibrada, el SPP es el límite del
crecimiento de la industria. En tal sentido, respecto de la relación
campo industria, puede afirmarse que el presente de la industria
argentina depende del campo. Pero el futuro del campo depende de la
industria, porque, sin ella, subsiste una economía incapaz de
incorporar plenamente la ciencia y la tecnología y generar pleno empleo a
niveles crecientes de productividad, ganancias y salarios.
Las condiciones necesarias para la remoción de la restricción externa
son las mismas que posibilitan el desarrollo económico y social. Vale
decir, la fortaleza de la densidad nacional, que incluye la cohesión
social, la impronta nacional de los liderazgos, la estabilidad
institucional y el pensamiento crítico, capaz de observar la realidad
desde las propias perspectivas.
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