Obama juega fuerte

Como pocas veces, el anuncio del acuerdo histórico con Teherán encuentra al gobierno de Barack Obama necesitado con urgencia de un logro de peso.
Uno que le permita confrontar el mal humor social que, según comprobaron las encuestas esta semana, lo castigó con el mínimo de imagen positiva. Apenas el 30% de los norteamericanos considera que, en general, las cosas van en la dirección correcta.
Si los sondeos venían midiendo un creciente cortocircuito entre Obama y los norteamericanos, lo de ayer tiene el potencial de sacudir esas lecturas. Pero, al mismo tiempo, enfrentarán al presidente con un rumbo que es absolutamente suyo y que tiene la posibilidad de granjearle poderosos enemigos. Dentro y fuera del país.
El paso ratificado ayer ata a Obama a la suerte de ese nuevo curso que abrió con Teherán, el gobierno al que Israel califica como "el más sospechoso del mundo".
Un telefonazo en la última hora de anoche de Obama a Benjamin Netanyahu pretendía no perder del todo al que, hasta ahora -si bien cada vez con más reticencias-, podía definir como su principal aliado estratégico en la región.
Según se recogía anoche, la relación había llegado a su punto más bajo. No sólo por el acuerdo al que Israel considera un "error histórico", sino por cómo se gestó.
La noción, confirmada ayer, de que hubo conversaciones reservadas en los últimos meses entre Teherán y Washington alimentaba conjeturas de nuevos matices en lo que, hasta ahora, fue el juego de alianzas en Medio Oriente.
Anoche crecía la conjetura de si un eventual acercamiento de Washington a Teherán no podría facilitar entendimientos en áreas más allá de lo específicamente nuclear. La hipótesis encontraba cultores con el correr de las horas.
Lo que queda claro es que el pacto de Ginebra marca un nuevo hito en lo que fue el mapa de confianzas y desconfianzas en la región más convulsionada del planeta.
El esfuerzo lleva la firma de Obama y de su apuesta decidida por la diplomacia. Vuelve el hombre que, apenas asumió, pronunció, convencido, aquello de tenderle la mano al mundo islámico. En lo personal, vuelve el presidente de las jugadas audaces. El mismo que envió un comando en plena noche contra Osama ben Laden.
Le responde un Teherán acuciado por el ahogo económico y convertido en el paria diplomático global. Hoy comienzan los riesgos para que ese entendimiento prospere. Los primeros, en su propio partido, donde ayer ya había voces que lo calificaban de equivocado.
Las principales líneas duras demócratas y republicanas afilaban sus dudas. Lo mismo ocurría fronteras afuera. La Casa Blanca, sin embargo, celebraba como quien se ha ganado la lotería. Algo que sólo ocurre cuando, entre tantas opciones, uno acierta en llevarse el billete debido..