Política de agregado de valor, integración y apertura

En el nuevo escenario abierto por la política económica postneoliberal, subsisten antiguos problemas estructurales. En primer lugar, la subindustrialización y la débil participación, en el proceso innovativo, de la industria argentina. A pesar de que se ha logrado aumentar el producto industrial y el empleo y evitar el proceso de reprimarización, observable en otros países, notoriamente en Brasil, subsiste una estructura industrial subdesarrollada y asociada en posición marginal en las cadenas internacionales de valor. El principal indicador en la materia es la creciente brecha en el comercio internacional de manufacturas de mayor contenido tecnológico y valor agregado, particularmente en las autopartes, el complejo electrónico y el sector químico. Ésta es la causa principal de la restricción externa.
La incorporación de las industrias en las fronteras del conocimiento y el consecuente equilibrio en el comercio de manufacturas de alto contenido tecnológico y valor agregado, provocaría un cambio radical en el comportamiento de la economía argentina. Eliminaría la restricción externa y el ciclo de contención y arranque (stop-go), vinculado con la insuficiencia de la capacidad de pagos externos para sostener el crecimiento de la actividad económica en niveles de pleno empleo.
Esta transformación del comercio exterior argentino y, además, el autoabastecimiento energético, liberaría los excedentes generados por el superávit del comercio de productos primarios. Los mismos subsistirán por la extraordinaria dotación de recursos naturales y el impacto del progreso técnico sobre el agro y el resto de la producción primaria, en el contexto de un mercado mundial demandante de alimentos y materias primas.
En tal caso, surgiría un elevado superávit en el balance comercial y en la cuenta corriente del balance de pagos, con crecimiento de la inversión, la producción y el empleo. El aumento de la capacidad de pagos externos permitiría aumentar las reservas internacionales y cumplir sin sobresaltos los servicios de la deuda externa. Eliminado el ciclo de contención-arranque (stop-go), la economía podría entrar en un sendero de crecimiento de largo plazo y contaría con los medios para enfrentar las variaciones de la economía internacional. Estos hechos fortalecerían la libertad de maniobra de la política económica y el ejercicio de la soberanía para que el país despliegue su desarrollo en el orden global.
Asimismo, la mayor capacidad de pagos externos permitiría aumentar las importaciones de todo tipo de bienes y servicios, dentro de un sistema de inserción, en la división internacional del trabajo, fundado en la especialización en bienes, no sectores, es decir, intraindustrial.
Se configura así una estructura productiva más integrada hacia adentro y más abierta hacia afuera. La misma constituye la economía industrial integrada y abierta, que caracteriza a las economías avanzadas y es la culminación de la transformación de las economías emergentes. Ésta es la única estructura productiva compatible con la incesante incorporación de conocimiento y la innovación en el tejido económico y social y con la existencia de una relación simétrica, no subordinada, con el orden mundial.
El convencimiento que la transformación es posible, es la primera de las condiciones necesarias para remover los obstáculos al desarrollo del país. Esto implica asumir que las resistencias internas y externas pueden resolverse a partir de los propios medios y la eficacia de la conducción de transformación. Para tales fines el país cuenta con potencial de recursos materiales y humanos, el considerable nivel de ahorro y, actualmente, el bajo nivel de endeudamiento. Como lo destacó el informe Okita sobre la economía argentina, elaborado durante la presidencia de Raúl Alfonsín, existen pocos países emergentes con capacidad comparable a la de Argentina, para desplegar un proyecto soberano de desarrollo nacional. Esto permite sostener una tasa de inversión y crecimiento elevada en condiciones de equilibrio de los pagos internacionales.
Después de la salida de la crisis de principios de este siglo y de la recuperación posterior, ha reaparecido en su plenitud la restricción externa. Las tensiones en el mercado de cambios y los controles de las transacciones corrientes de divisas son la evidencia más notoria. Esta situación tiene su origen, como hemos visto, en el creciente déficit en el comercio de manufacturas de origen industrial y, complementariamente, en el déficit energético.
Se corre el riesgo, desde ya, de quedar atrapados en la disputa distributiva y el reparto del poder, dentro de una estructura productiva desequilibrada. Puede reaparecer, entonces, la visión neoliberal y la estrategia de aliviar la restricción externa por la vía del crédito internacional, con las consecuencias conocidas, o aceptar créditos de proveedores que sustituyen producción interna posible por importaciones, riesgos que deberían evitarse enfrentando con firmeza las causas estructurales de la restricción externa y fortaleciendo los equilibrios macroeconómicos.