Fuente del cuadro
La persistencia de altas tasas de informalidad laboral - muy especialmente entre los trabajadores menores de 30 años donde supera el 40%- y el escaso dinamismo en la generación de empleo industrial que se observa desde el año 2008 de 0,9% anual y se muestra en el cuadro de apertura, son dos problemas implicados que constituyen uno de los desafíos de la etapa y a su vez se encadenan con la problemática recurrente de la restricción externa cuyo indicador principal es la insuficiencia de divisas, como lo advirtiera Aldo Ferrer acá
La persistencia de altas tasas de informalidad laboral - muy especialmente entre los trabajadores menores de 30 años donde supera el 40%- y el escaso dinamismo en la generación de empleo industrial que se observa desde el año 2008 de 0,9% anual y se muestra en el cuadro de apertura, son dos problemas implicados que constituyen uno de los desafíos de la etapa y a su vez se encadenan con la problemática recurrente de la restricción externa cuyo indicador principal es la insuficiencia de divisas, como lo advirtiera Aldo Ferrer acá
El cambio estructural más trascendente de la economía internacional
en la presente década ha sido, sin lugar a dudas, el rol que asumen hoy
los países emergentes promoviendo el crecimiento mundial.
En este escenario, el ascenso de China es un dato clave que
reestructura todo el entramado de vínculos geopolíticos y abre nuevas
alternativas e interrogantes a la hegemonía de EE UU y Europa.
La creciente expansión de este país y de todo el continente asiático,
está redefiniendo las pautas sobre las que deben repensarse las
estrategias de desarrollo de los países productores de commodities –como
nuestra región– para poder aprovechar esta suerte de “desarrollo por
invitación” y seguir expandiendo los procesos de integración,
reindustrialización y mejoras sociales que hoy se llevan adelante por
estas latitudes.
La importancia relativa de China y los demás países emergentes es
incuestionable: pasaron de motorizar sólo el 17% del PBI global durante
los años ochenta, al 60% en la actualidad. Es decir, se multiplicó más
de 3 veces su incidencia en la generación de bienes y servicios a escala
planetaria y cualquier empeoramiento en sus indicadores económicos
tiene impactos profundos en los demás países, aun sobre los
desarrollados.
Por lo tanto, si el mundo se encamina a un crecimiento menor (de 5,1%
de 2010 a 2,9% este año) se debe a que los países avanzados no levantan
cabeza y a que, fundamentalmente, los emergentes dejaron de expandirse a
las fuertes tasas a las que lo hacían hasta el año 2007. En efecto, si
bien China parece estabilizar este año su nivel de actividad en
alrededor del 7,8%, otras economías de las denominadas BRICs como India,
Rusia y Brasil vienen reduciendo sus tasas de crecimiento al 3,8%, 1,5%
y 2,5%, respectivamente.
Por el lado de los países desarrollados, y a punto de cumplirse cinco
años del estallido de la crisis financiera internacional más imponente
desde la registrada en 1930, todavía se encuentran enmarañados en una
situación compleja de crecimiento bajo, desempleo alto, deuda pública en
ascenso y permanentes y enormes desequilibrios fiscales. EE UU mantuvo
en vilo al mundo entero con el “shutdown” (cierre) del gobierno, que
dejó por 17 días sin actividad a la administración pública nacional,
reduciendo en 0,5 de punto porcentual la expansión del PBI en el último
trimestre.
Por su parte, la Eurozona caerá por segundo año consecutivo de
contracción económica (-0,4%), y alto desempleo (12,1% en agosto)
producto de continuar bajo un modelo en el cual siguen débiles las
demandas internas de los países con caídas fuertes del PBI (Italia,
España, Grecia y Portugal) debido al alto desempleo que contrae la
capacidad de consumo, y a la aplicación de políticas de reducción del
gasto público que intentan achicar el déficit fiscal y cumplir así con
las condicionalidades que imponen la Comisión Europea, el Banco Europeo y
el FMI.
Pero regresando al barrio, se observa, por el contrario, que la
región suramericana viene experimentando uno de los ciclos históricos
más prolongados de crecimiento a tasas altas, lo que les permitió a la
mayoría de los países reducir los niveles de desempleo, endeudamiento y
pobreza. En este sentido, Suramérica viene contribuyendo con más fuerza
al PBI mundial, no gracias a las viejas relaciones comerciales y
financieras con los países del Norte, sino por el ímpetu que han
mostrado las nuevas oportunidades en la relación Sur-Sur abiertas en los
últimos años. El crecimiento económico esperado para este año se estima
en 3,2%, lejos del 4,6% alcanzado en 2011. Entre las economías que más
crecen, las “top five” son: Argentina (5,5%), Perú (5,4%), Chile (4,4%),
Colombia (3,7%) y Uruguay (3,5%).
Respecto a nuestro país, en los primeros ocho meses del año la
actividad económica se apoya en un crecimiento sectorial que retoma en
parte las características del 2011 y se aleja del modelo 2012, donde los
servicios tuvieron mayor relevancia que en el pasado. Así se destaca
que la contribución al crecimiento del sector productor de bienes
representó el 22,3% del valor agregado bruto (VAB) con el aporte de la
buena cosecha agrícola (+16,5%) y el repunte industrial (+5,3%). En el
sector de servicios, la actividad comercial aportó el 27,8%, seguido por
la intermediación financiera (+22%) y los transportes y comunicaciones
(+15,6%).
Este tipo de patrón de crecimiento contrasta con lo observado en
2012, donde la intermediación financiera explicó el 48% del VAB, en
tanto el sector industrial restó -3,8%, el agrícola -28,1% y la
construcción -8,7%. Es decir, durante el año 2012, sólo se “aguantaron
los trapos” porque la crisis internacional y la mala cosecha
determinaron un crecimiento bajo, apoyado básicamente en los servicios y
en el empuje que dieron las políticas contracíclicas del gobierno
nacional.
Es importante entonces retornar al modelo sustentado en la producción
de bienes y, en particular, a priorizar el motor industrial (que aportó
el 23% en 2011) ya que, sectorialmente, todavía se registran nueve
ramas productivas con caídas y sólo tres con mejoras (automotriz,
+11,8%; materiales de construcción, +5,8%; y química, +1,3%). Pero no
cualquier industria, sino aquella que se construye en base a innovación
tecnológica y a altos salarios, combinando sectores que pueden estar en
la frontera del conocimiento con otros de tecnología media y baja pero
que contribuyan más a la generación de empleo.
Seguir el camino de la reprimarización agrícola, de la valorización
financiera o intentar crear una industria en base a salarios bajos y
precarización laboral es desconocer tanto la historia de las luchas
sindicales argentinas como el valor que tiene la movilidad social
ascendente y la idea de igualdad distributiva en la agenda democrática
de nuestro país. Recordemos además que el salario, más que un costo
empresarial, es el motor de la demanda interna y que se debe pensar a la
industria como proveedora regional y global, porque sólo con el mercado
interno no se alcanzan escalas mínimas eficientes.
Por su parte, y retomando el inicio de estas notas, optar por una
industria de bajos salarios supone no tomar en cuenta la irrupción de
China en el escenario mundial. Este país ha establecido límites severos a
quienes opten por competir vía salarios bajos y tomar ese sendero sería
verdaderamente suicida e implicaría sí o sí “quedar afuera del mundo”.