Por Rubén Weinsteiner para EL PAÍS
Roberto Brito Lemus plantea que la juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social.
Roberto Brito Lemus plantea que la juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social.
Se es joven mientras se cuestiona, contesta y demanda
cambios y se evita reproducir el orden social tal cual está planteado. Cuando
se evita “transar”.
La demanda más clara de los diferentes sub segmentos que
componen el voto joven, tiene que ver
con la institucionalización de soluciones desde la política, a problemas colectivos
de carácter tribal de los jóvenes.
El abordaje de estas demandas, conlleva una legitimación
implícita y demandada de valores, sentimientos, necesidades, deseos y aspiraciones, colectivas y tribales.
Esa legitimación es el corazón de la demanda del segmento. Ser escuchado, reconocido el problema, y
reconocido el carácter colectivo y la tribalidad de la demanda.
El discurso político tradicional, que intenta interpelar al segmento joven, lo hace desde el paradigma individual
introspectivo y adulto, frente al paradigma
comunicacional colectivo de referencia externa y tribal, desde donde el segmento 16-30 escucha y construye
su sistema de preferencias.
El reconocimiento y la identificación con la tribu en tanto
colectivo, ante el problema por parte del discurso
político, es el eje de la racionalidad instrumental del voto joven. Para el
joven, identificación es amor, para los
adultos identificación, es solo empatía.
Todo discurso plantea dos niveles a tener en cuenta: el de los
contenidos y el relacional. El primer
nivel debe apuntar a la institucionalización de soluciones para problemas específicos,
el segundo nivel a establecer un vínculo de reconocimiento y valoración hacia
el colectivo, donde el joven se encuentra inserto, y desde donde demanda esos cambios y
soluciones.
Para que la comunicación con el segmento joven sea esencialmente persuasiva y técnicamente
informativa, y no al revés, debe tener
en cuenta que es más importante lo que dicen otros jóvenes, dentro o fuera de
la tribu, por afirmación o por negación, que lo que dicen los padres o los
políticos. Si los jóvenes cumplen con lo que está bien para los padres,
incumplen con lo que está bien para los pares y la tribu, y viceversa. “No
tomes, no entables relación con gente peligrosa, estudiá mucho, acóstate temprano,
no te quedes hasta cualquier hora en la computadora” consejos sobre la vida
sexual, las relaciones, el trabajo y finalmente la política.
En la mayoría de los casos donde las consecuencias no
revisten inmediatez , amenaza o peligro, la tensión padres-tribu, se salda a
favor de la tribu, por el peso del colectivo a la hora de la aprobación y
legitimación social.
La ocupación del
imaginario por parte del joven, en tanto integrante de un colectivo, una tribu,
con sus leyes, códigos y marcos transaccionales, es una precondición de cualquier construcción
discursiva, políticamente significativa, para la interpelación y colonización de subjetividades
dentro del segmento 16-30.
Rubén Weinsteiner