En política, lo que dices no es lo que escuchan


por  Daniel Eskibel

La información política ingresa en el cerebro del votante. Pero lo hace luego de un largo proceso en el que atraviesa los medios de comunicación, las redes de contacto social y la propia experiencia vital de la persona.

Al final la información ingresa al cerebro.

Recortada, seleccionada, subrayada, fragmentada, editada y modificada pero…dentro del cerebro.
Aunque ésto supone un nuevo problema: la información está codificada.
Claro que en este aspecto la información política no es original ni se diferencia mayormente de los otros tipos de información.
Ya sabemos que todo emisor codifica sus mensajes, los subordina a ciertos conjuntos de reglas y de significados.
Cada uno tiene sus propios códigos y subcódigos y es inevitable que utilice los mismos.
Pero luego el receptor decodifica esos mensajes, los traduce.
Y para esta tarea de decodificación utiliza no los códigos del emisor sino los suyos propios, los que el receptor ha aprendido a lo largo de su vida. Y las diferencias entre los códigos del emisor y los del receptor explican una parte muy trascendente de las dificultades de comunicación.
El nivel socioeconómico, el perfil psicográfico y actitudinal, la formación cultural, el género, la edad, la filiación política, las ideas religiosas, los valores humanos…todos estos vectores implican subcódigos que van a incidir significativamente en la codificación y decodificación de la información.
Pero además cada uno construye su peculiar combinación de códigos y subcódigos y en función de ella surge su “mapa” de la realidad.
Este mapa es un reflejo de la realidad pero es diferente a ella (es un modelo, al igual que el mapa que usamos en geografía representa a un determinado territorio pero físicamente no lo es).
Y así cada uno también utiliza su propio mapa de la realidad para encriptar la información que emite, aunque tenga tan naturalizado el proceso que ni siquiera percibe que está encriptando.
Luego el receptor traducirá esa información en base a su propio mapa de la realidad, el que podrá tener más o menos puntos de contacto con el mapa del emisor.
En definitiva, una misma información política será traducida de diversa manera por cerebros que utilizan distintos códigos, subcódigos y mapas de la realidad.
Ello puede dar lugar a lecturas diferentes, a interpretaciones distintas, a veces a dudas y/o confusiones y a modificaciones de la información que ya nunca más será igual a sí misma. Es lo que Umberto Eco llama la decodificación aberrante.
Claro que en la comunicación política ese fenómeno es mucho más agudo aún, sobrecargando en mucho la tarea de traducción que debe realizar el cerebro.
Por eso lo del título:
Lo que dices no es lo mismo que lo que los demás escuchan.