Corea, modelo de estado ordernador

La experiencia de Corea del Sur brinda interesantes enseñanzas en relación al vínculo de las elites con el Estado. Resulta un antecedente para estudiar sin considerar si puede o no ser imitado. A comienzos de los años sesenta Corea del Sur era un país pobre dedicado fundamentalmente a la agricultura. Empezó a tomar una serie de medidas para convertirse en una economía independiente sobre la base de un “capitalismo dirigido”. Las políticas públicas se centraron expresamente en el desarrollo de capacidad industrial y tecnología nacional, con el fin de adquirir competitividad internacional. El objetivo fue el de fortalecer los conglomerados nacionales (chaebols) y la recepción de inversión extranjera directa no influyó en esa etapa de la estrategia de desarrollo del país. El notable aumento del PBI que se produjo en las décadas posteriores respondió a un proceso de industrialización orientado al exterior, que convirtió a Corea en la décima economía mundial.

La investigadora Alice Amsden destaca en Asia’s new giant: South Korea and late industrialization, de la Universidad de Oxford, que un elemento central de la política económica coreana fue que el gobierno pudo disciplinar al sector privado para asegurar el cumplimiento de ciertos objetivos al introducir distintas clases de incentivos y subsidios que beneficiaban a los chaebols, que se comprometían a alcanzar las metas propuestas bajo el rigor estatal.

El comportamiento de las elites es de suma relevancia para entender la dinámica económica, social y política. Esa importancia se muestra porque juegan un papel central en el proceso de acumulación de capital y porque el accionar colectivo e individual de sus miembros suele incidir en la determinación de las políticas públicas, en especial, aquellas que definen la orientación de la intervención económica estatal.