Pueblo chico, marketing político grande

Marketing político 2.0 en ciudades y municipios

Por Rubén Weinsteiner para Newsweek

En una ciudad de 30.000 habitantes, la Web 2.0 irrumpe y rompe contratos comunicacionales vigentes, imponiendo flujos de interacción nuevos en dos canales simultáneos, que se retroalimentan y potencian
Flavio es un empresario de 43 años, exitoso, dueño de un instituto de inglés, el único de la ciudad .Llegó al “pueblo” los 23 años, hoy está casado y tiene 3 hijos. Flavio quería hacer política; la fantasía: la intendencia. Sin militancia alguna, en una ciudad con fuerte presencia de los dos partidos nacionales más importantes el PJ, la UCR, y alguna opción vecinal de acceso complicado.
En la era pre 2.0, las vías de instalación de una candidatura en ese y otros pueblos, eran básicamente dos: 1) territorial: caminando el pueblo, saludando, besando manos y alzando bebés, y dialogando con la gente. 2) mediática: mediante acciones locales y/o regionales.
Para lanzarse al mercado electoral ya sea desde un dispositivo partidario o desde una posición de preeminencia y fortaleza económica o social, hacía falta haber acumulado poder, como para subirse arriba del mismo y desde allí visibilizar la decisión de ir por un cargo.
Traducir esa fantasía en deseo, en un pueblo y desde el llano, no era tarea fácil. Flavio era conocido en una ciudad donde todos se conocen, y valorado positivamente como alguien que había construido una empresa y una posición holgada desde abajo. Flavio llegó al pueblo con 300 pesos, en ese momento 300 dólares, comenzó a dar clases colectivas de inglés en la casa de los alumnos, el que ponía la casa no pagaba la clase. Hoy Flavio tiene un instituto de media manzana, 12 empleados, 5 propiedades, 2 campos, 3 autos y un ingreso equivalente al de un CEO de una multinacional.
Flavio tenía visibilidad, todos lo conocían, si bien no era un “nyc” no era el “de afuera”, pero pelearle la intendencia a los que llevan los apellidos de las calles del pueblo, era algo que se resistía a salir del estadio de fantasía. Construir el deseo era pararse en una esquina del centro o en una plaza o ir la radio y hablar de candidaturas. Estas acciones se parapetaban, detrás de pensamientos obturados por la inercia de la dinámica y las tradiciones lugareñas.

En la primera reunión Flavio hablo de su vocación de hacer y cambiar las cosas, hizo un elogio del atrevimiento, testimoniando ideas y ganas para ir más allá, haciendo cosas que a los referentes seguramente incomodaría, pero que la mayoría en silencio aprobaba. Aquello de lo que nadie se atreve a hablar en el espacio público, solo en sus casas. Imaginen pararse en la calle o ir a un medio para plantear ideas que pondrían los pelos de punta a los factótums del pueblo.
Flavio no estaba dentro de lo que los europeos llaman “el consenso” aquellas bases sobre las que “estamos todos de acuerdo” y “no se tocan. Pero para ir a la plaza o a un medio, necesitaba organizar el deseo como última fase de la fantasía.
La Web 2.0 es un dispositivo muy poderoso para desintermediar entre los líderes y la gente, pasando por arriba de los grandes medios y de los tradiciones establecidas, de los marcos epistémicos y de esos “consensos” que resultan funcionales a los poderes que se perpetúan en el tiempo. Pero además la Web 2.0 permite establecer mecanismos de diferenciación y segmentación muy eficaces y llegar en forma directa y sin escalas a segmentos a los que difícilmente se les puede construir un mensaje diferenciado y taylorizado en los medios tradicionales. En la Web 2.0 se puede aislar a determinados segmentos e impactar directamente en ellos.
En las grandes ciudades hay temas que los medios grandes no tocan, o si lo hacen le aplican el sesgo funcional a sus estrategias corporizadas. En una ciudad de 30.000 habitantes esos límites se potencian y se vuelven más rígidos, las tradiciones, mandatos y tabiques culturales, acotan el margen de movimiento, tanto en el terreno de las ideas como en la construcción territorial y mediática.
Lo prohibido, lo oculto, lo que se hace a escondidas y lo que “está bien” en el pueblo, disuaden a cualquiera de plantear cambios disruptivos, aun cuando la mayoría del pueblo estaría de acuerdo con esos cambios.
Comenzamos la campaña con un fuerte eje en la Web 2.0, la respuesta fue inmediata y potente. Los jóvenes se habían impreso las notas publicadas en los blogs y en Facebook y se las pasaban a otros en la plaza. En los bares y en los negocios las hojas impresas disparaban discusiones. Cientos de hojas impresas, pero no solo por los jóvenes, algunos más grandes y escandalizados por las notas las habían impreso para pasárselas a aquellos que no entran a la Web, reproduciendo el mecanismo viral pueblerino del boca a boca seguido del juicio valorativo, en este segmento negativo.
Nos enteramos al día siguiente de esta impresión masiva de notas, y Flavio salió caminando rumbo su trabajo como todos los días. Las miradas no eran las mismas, pedían más, algunas eran serias, otras con una sonrisa cómplice buscaban la charla y la explicación. También tuvieron lugar las ironías, “el nuevo intendente” “ahí va el che Guevara”, “el revolucionario”, chistes que reflejaban bronca, temor, sorpresa y hasta alegría; algunos reclamos y las versiones al oído de la bronca de tal o cual referente.
En todo caso por acción de los que simpatizaban y de los enemigos, la decisión de Flavio había tomado visibilidad en un día. En el pueblo no se hablaba de otra cosa.
Había que gestionar las expectativas y profundizar la acción. La comunicación se hizo en una primera etapa solo vía Web 2.0, esto viralizaba muy rápido la información y desconcertaba a la clase política local, que no sabía ni dónde ni cómo responder, no porque no pudieran referirse al tema en los medios, en los clubes y en el espacio público, sino porque algunos jóvenes se habían apropiado del mensaje haciéndolo suyo y amplificándolo. No alcanzaba con responderle a Flavio, había que hablarle a una masa de jóvenes que articulaba con nosotros en la Web 2.0 y se convertía en medio y mensaje.
Ese fue el problema que los “referentes” no pudieron resolver. Flavio llegó a los medios y al espacio público, y los “referentes” probaron en la Web 2.0, pero sin estrategia, sin segmentación, y sin relato.
El 30 % del electorado en la Argentino tiene menos de 30 años, la generación Google, es una generación que ha dado un salto cognitivo exponencial, es probable que no sepan cual es la capital de Portugal, pero hacen 5 cosas a la vez, piensan mucho más rápido, y el discurso de los de 50 les resulta ajeno emocionalmente, lento conceptualmente y aburrido discursivamente. La Web 2.0 es generación Google por funcionalidad, por cognitividad, por marco epistémico y por los “para que” que difieren disruptivamente con los que hoy tienen 50.
Flavio no ganó las elecciones, obtuvo un sorprendente 20%. Pero transcurridos 4 años de la elección, Flavio tendrá 47, los Google serán el 33% y un 3% de los más viejos ya no votará.