Indígnate

  Por Tomás Eliaschev

A los 93 años, Stéphane Hessel se convirtió en el referente de la generación de 30, protagonista de la protesta en España que mira el mundo.


No siempre los grandes movimientos populares tienen un texto que los inspira, un libro al que recurren los protagonistas y que luego queda asociado para siempre a los acontecimientos. Por caso, el ¿Qué hacer?, de Lenin, quedará para siempre ligado a la revolución de 1917. Lo mismo tal vez suceda con ¡Indígnate!, donde el último redactor vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Stéphane Hessel, hace un llamamiento a la “insurrección pacífica”. Las palabras escritas por este hombre son el leitmotiv del masivo e inédito movimiento de “los indignados” o “Democracia Real Ya”, que copó las calles españolas bajo el lema “no somos mercancía de políticos ni de banqueros”. Esta sucesión de acampes autogestionados, apenas una sombra de la potente revolución española de 1936, sin dudas ha sorprendido a propios y extraños. Tanto como el hecho de que el libro de un hombre de 93 años sea inspirador para la generación de 30 años, protagonista del movimiento que concitó apoyo y adhesiones en Alemania, Francia, Italia y también en Washington, Estados Unidos, que se manifestaron de la misma forma: con acampes de protesta pacífica.

Hessel dialogó con Veintitrés, en un inglés pausado que le da contundencia a su cuestionamiento del presente. Y que dibuja un perfil del autor del momento.

–¿Qué siente ante lo que está pasando en España?

–Estoy muy contento de escuchar que la gente en Madrid usa la palabra “indignaos”. El libro en sí mismo ha tenido un éxito tremendo, en francés se vendieron dos millones de copias, y se está leyendo en 25 países. Pueden ver que es un poquito peligroso. Se puede tomar tan sólo como un llamamiento para estar enojados por las cosas que pasan. Pero la lectura del libro debería llevarte no sólo a estar enojado, sino a trabajar contra las cosas que uno considera inaceptables.

–¿Los libros pueden ser “peligrosos”?

–Si se llama a la gente a ir a las calles, uno no sabe cómo lo van a resolver. Es un libro claramente a favor de la no violencia, para que nos liberemos de las cosas que no nos gustan o que creemos deben ser cambiadas.

–Muchos hablaron del fin de la historia, ¿qué opina?

–Esas son ideas completamente equivocadas. La historia continúa. Pero lo que necesitamos ahora son los verdaderos valores de la democracia. Que el pueblo por sí mismo tome sus decisiones. Y si no están contentos con la manera en la que son gobernados, entonces deben expresar su indignación y comprometerse con el cambio.

–¿Como sucedió con las revueltas en los países árabes?

–Absolutamente. Los tunecinos nos dieron un muy buen ejemplo de protesta no violenta contra un dictador, con el empuje que tuvieron para deshacerse de Ben Ali. Lo mismo que los egipcios para deshacerse de Mubarak. Probablemente, mañana pase lo mismo con Bashar al-Assad en Siria. Todo va en la misma dirección: el pueblo, por sí mismo, va a deshacerse de los déspotas. La Argentina ha sido un excelente ejemplo de que, sin violencia, se puede voltear un gobierno dictatorial.

–Hace diez años, aquí se planteó “que se vayan todos”, pero la mayoría se quedó...

–No siempre va tan rápido como uno quisiera, pero, después de todo, ustedes tienen un gobierno democrático.

–¿Esta es una crisis capitalista o de la civilización occidental?

–Las dos cosas. Nuestra civilización occidental está en una gran crisis porque no ha sido capaz de deshacerse del capitalismo no regulado. Las fuerzas del capital son más poderosas que nuestros gobiernos, es una situación muy infeliz. El dinero es más poderoso que el Estado. Sólo el Estado puede asegurar que la democracia sea realmente implementada y sobrellevar el poder de las finanzas y de la plata.

–¿Qué opina del poder de los medios corporativos?

–Puede ser excelente si es independiente de las fuerzas políticas y financieras, lo que en estos días ocurre muy raramente. Pero necesitamos medios que trabajen por el interés del pueblo, son necesarios para defender los valores de la democracia.

–Internet abrió nuevas posibilidades...

–Como toda innovación, debe ser manejada cuidadosamente. Estos nuevos medios se pueden usar de una manera en que todo se concentre en la publicidad y en influenciar a la gente en la dirección equivocada, para promover el chauvinismo, convenciendo a las personas de que deben comportarse de una manera egoísta y no aceptar la cooperación con otras culturas. Es necesario luchar por la preservación de los valores democráticos y también por la preservación de nuestro pobre planeta, que sufre una crisis ambiental.

–¿Cómo está la situación del racismo en Francia?

–Una parte de nuestra población siempre ha sido xenófoba. Tienen miedo de los inmigrantes, de que puedan no estar integrados en nuestra sociedad. Afortunadamente, los xenófobos son una minoría, pero pueden fortalecerse si el Frente Nacional (el partido de Le Pen) avanza y usa estos nuevos medios para tratar de convencer a más y más franceses de que no deben permitir más inmigración. De que deben estar preocupados sólo por el interés nacional y no por Europa. Ese es el real peligro en el presente, en contra del cual debemos indignarnos.

–Según la película La haine (El odio), los jóvenes franceses están muy enojados, pero no logran transformarlo en protesta organizada.

–Eso muestra que aún no hemos logrado la distribución de los recursos que es necesaria en una democracia. En los suburbios de las grandes ciudades, grupos de personas como los que se muestran en la película, están descontentos con la forma en la que viven. Y acumulan odio contra la civilización moderna. Eso también es parte del gran peligro mundial del terrorismo, que se sigue alimentando de las enormes diferencias entre los muy pobres y los muy ricos. Debemos distribuir los ingresos más adecuadamente. No podemos vivir en un mundo donde millones de personas son terriblemente pobres, mientras al mismo tiempo, otros están ganando millones de dólares cada mes. Esa diferencia, en mi pequeño panfleto, es considerada como uno de los peligros reales contra el cual debemos luchar.

–¿Tiene esperanza de que se alcance la paz entre Israel y Palestina?

–Si llegara a ver que Palestina e Israel forman dos Estados vecinos, sería el mayor de los tesoros para mí. Pero desafortunadamente, creo que esta situación va a durar más años. Ya son cuarenta años sin una negociación real.

Hessel estuvo en Buenos Aires en 1957, como diplomático. “Tengo un gran respeto por la civilización argentina y lo que han logrado en los últimos años para sobreponerse al mal período por el que pasaron”, comenta sobre su viaje, uno de los tantos que hizo en su vida, que merecería ser biografiada y llevada al cine. Nació en Berlín el mismo año que los bolcheviques tomaron el poder en Rusia, pero desde los siete años vive en París. Cuando acababa de iniciar sus estudios superiores, fue reclutado para la guerra, en 1939. Dos años después se convirtió en un partisano de la Resistencia, para luego viajar a Londres, desde donde Charles De Gaulle lideró la liberación de Francia. Fue apresado por la Gestapo, torturado y confinado en el campo de concentración de Buchenwald, donde casi muere, aunque logró escapar cambiando su identidad por la un compañero de infortunio que murió de tifus. Luego de la guerra, se convirtió en diplomático: colaboró con las Naciones Unidas y participó en la redacción del texto que consagró los derechos humanos a nivel mundial. Apoyó la causa argelina contra el colonialismo francés y viajó a la Franja de Gaza, ya que es un activo defensor del reclamo de los palestinos. Ahora su libro circula de mano en mano y se lee en voz alta en la Plaza del Sol y en todos los sitios donde tiene lugar la protesta española.

–¿Participó de Mayo del ’68?

–En esa época estaba en la embajada en Argelia, así que seguí lo que pasaba en Francia desde el otro lado del Mediterráneo. Fue un movimiento positivo en el ámbito de la moralidad, una liberación de las sociedades autoritarias de comienzos del siglo XX. Pero no se lograron cambios reales en la forma en la que las democracias son gobernadas. Ahora es necesario dar un nuevo paso. Tal vez no una revuelta como la de 1968, pero tenemos que hacer una buena apreciación de lo que es posible. Para pensar en esto, no es suficiente con leer mi pequeño libro, ¡Indígnate!, sino leer el próximo, ¡Involúcrate! Y también La manera, de Edgar Morain, un sociólogo muy conocido en Latinoamérica. Él indica muy claramente los pasos que debemos dar para establecer una sociedad más armoniosa.

–¿Cómo ve a América latina?

–Soy un gran fan de la manera en la que los países latinoamericanos están tratando de juntarse y comprometerse a trabajar juntos, por ejemplo en el Mercosur. De esa manera, son más libres de la influencia de Estados Unidos. Eso es muy importante. Lo mismo deberíamos hacer en Europa: unirnos.