El caso Olmedo: Ataque, victimización y ordenamiento

Juan Carlos Romero y Alfredo Olmedo presentarán el martes la fórmula con la que competirán por la gobernación de Salta contra Juan Manuel Urtubey, decidido a ir por su segunda reelección.

Salta es quizás la provincia más conservadora del país, y construye 2,5 de cada 100 votos nacionales.

Esos segmentos conservadores, se identificaron en 2007, en una elección tan cuestionada como polarizada  tanto con el espacio liderado por Urtubey, un peronismo que había arreglado con el gobierno nacional y aliado del partido procesista de la provincia (el partido Renovador), como con la propuesta de Walter Wayar,  un espacio identificado como más esencialmente peronista.

Lejos estuvieron en esa elección la UCR y otros partidos provinciales de sumar  votos conservadores. Alfredo Olmedo apareció en el mercado electoral, como un outsider con baja visibilidad y necesidad de instalación. La campera amarilla, la marca familiar de una de las fortunas más importantes del país, las fuertes y controvertidas declaraciones contra la ley de matrimonio igualitario y los planes sociales, así como su defensa de las precarias condiciones en las cuales emplea a su personal, relativizando el concepto de trabajo esclavo, le dieron alta visibilidad en muy poco tiempo.

En esa misma provincia, a más conservdora del país, en 2013,  el Partido Obrero (PO) , se alzó en las elecciones legislativas de la ciudad de Salta con un triunfo en la ciudad capital por el 26,71% de los votos. En una localidad que concentra más de la mitad del padrón de toda la provincia, la izquierda consiguió vencer tanto al peronismo kirchnerista como al peronismo disidente y la UCR.

Volviendo a a Olmedo, hoy pre candidato a vicegobernador,  en 2009, diversos sectores refractarios a su figura comenzaron a atacarlo, tildándolo de fascista, homofóbico, clerical, esclavista entre otras cosas. Olmedo fue electo en 2009 y en 2011  consiguió un sorprendente  segundo puesto con el 26% de los votos para la gobernación.

La secuencia de ataques continuos y repetitivos, continuó con la victimización del atacado, para finalmente desembocar en la tercera fase y definitoria de esta secuencia: el ordenamiento de los segmentos tributarios de su metamensaje y lateralidades.

El ataque en marketing político, utilizado como estrategia, siempre debe hacer prevalecer el territorio por sobre el mapa interno. El mapa no es el territorio, el mapa es una construcción acerca del territorio, y el mapa interno es una construcción propia y para consumo propio y de grupos de pertenencia y pertinencia.

Si estamos tildando a alguien de homofóbico, y hay un 30% de personas en la provincia que resultan claramente homofóbicas, estamos contribuyendo mediante el ataque reiterado a ordenar el espacio del atacado. Si estamos diciendo que es esclavista, y el 30% de los votantes cree que las condiciones en las que Olmedo tiene a su gente son “las que hubo siempre”, que cambiar sería generar desempleo, y no considera ese trabajo como esclavo, le seguimos ordenando el espacio.

El ataque reiterado y utilizado como eje de campaña, no puede apuntar a una condición con la cual se identifican segmentos importantes, por más negativa que nos parezca esa condición. Las victorias intelectuales preceden a las victorias electorales, pero no se puede dar la batalla cultural en medio de una elección. En el campo de batalla no se puede comprar armamento y entrenar a la tropa, en el campo de batalla hay que definir el conflicto.

No estamos planteando callar ante un hecho inmoral como una actitud xenófoba o de trabajo esclavo, y no está mal denunciarlo, pero si se repite hasta el cansancio y en cada aparición esa denuncia se termina gastando el concepto, licuando el sentido y ordenando su voto más blando.

Si en un país hay un 30% de votantes, que no ve con malos ojos limitar la inmigración porque la relaciona con el desempleo o la inseguridad, por más que no sean xenófobos, van a votar a ese candidato que plantee medidas restrictivas, desde la xenofobia o desde posturas más moderadas, y ese candidato puede ganar e imponer leyes xenófobas. Así llegó Le Pen a la segunda vuelta en 2002.

Resulta más eficaz evitar que gane ese candidato, aun a costa de no repetir 100 veces por día lo que más molesta. Olmedo pasó de un trabajoso 10% a un 26 %, apoyado en el ordenamiento de los que se identifican con lo que se le criticó en la campaña. Esto lo transformó en continente conceptual de segmentos conservadores, le permitió obtener el segundo puesto relegando a Wayar a un lejano tercero, e invisibilizar a otras fuerzas como por ejemplo la UCR, que sacó menos votos que el Partido Obrero.

El ataque siempre tiene que tener como foco los segmentos por los cuales se puja en el territorio, no el mapa aspiracional interno. La distorsión entre mapa y territorio siempre se salda a favor del territorio.