Las sesiones celebradas por la Asamblea Popular Nacional (APN) entre los días 5 y 13 de marzo pusieron blanco sobre negro, los múltiples temores de la dirigencia china ante la incertidumbre generada por una crisis a la que sigue siendo arriesgado poner fecha de caducidad. Las caídas en las exportaciones (17,5 por ciento en enero), en la inversión extranjera (más del 26 por ciento en los dos primeros meses del año) y el aumento del desempleo, generan una inquietud mal disimulada.
Pese a ello, el objetivo de crecimiento para este año (8 por ciento) parece alcanzable, teniendo en cuenta, entre otros, que en 1998, durante la crisis financiera asiática, China creció un 7,8 por ciento.
El paquete de estímulo por valor de 4 billones de yuanes y a ejecutar en dos años, y el fomento del consumo interno resumen los ejes esenciales de la respuesta china a la crisis.
En cuanto al primero, el temor a la corrupción ha disparado las exigencias de un mayor control y transparencia de los proyectos financiados a cargo de dicha partida extraordinaria, demandas a las que formalmente ha accedido la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, responsable de su gestión.
En cuanto a lo segundo, la clave radica en movilizar la demanda en las zonas rurales. El gobierno central ha elaborado planes para fomentar la adquisición de electrodomésticos por parte de los campesinos, estimular la formación profesional y el autoempleo y compensar las pérdidas de ingresos, especialmente de ese 15 por ciento de los 130 millones de inmigrantes que han regresado de las ciudades con las manos vacías.
El traslado de empresas, el impulso a la transferencia de los derechos de uso de la tierra agrícola conforme a la nueva directiva aprobada en otoño último por el Comité Central del PCCh, así como el envío al campo a jóvenes universitarios sin trabajo, aspiran a dar una nueva vida al medio rural. En paralelo, el fomento de las políticas de bienestar puede contribuir, ligeramente por el momento, a salvar esa tradicional tendencia al ahorro de los campesinos.
Dos áreas sufrirán el plan, por un lado el campo laboral, donde las conquistas alcanzadas por los sindicatos, caen ante la necesidad de las empresas de bajar costos y el medio ambiente, los datos ofrecidos el pasado 24 de febrero por el viceministro de Protección Ambiental, Zhang Lijun, dan cuenta de una situación particularmente grave en los lagos, ríos y el aire de muchos lugares de China.
Los departamentos responsables en esta materia pueden bajar la presión ante las empresas en lo que se refiere al control de la contaminación. No es momento, se dice, para mejorar los sistemas de gestión o fomentar el uso de tecnologías apropiadas. Hay otras prioridades. Los costos económicos y sociales de una actitud así son incalculables y pueden afectar a asuntos tan sensibles como la autosuficiencia cerealera de China, en virtud del impacto, por ejemplo, de la erosión de los suelos, que afecta ya al 37 por ciento del territorio chino.
De todas formas China apuesta a ganar un espacio de liderazgo aprovechando la crisis, la agresiva movida diplomática-comercial de los últimos meses, muestra a una China decidida a tomar el lugar de superpontencia.
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