2008

No es verdad que la intervención coordinada de los bancos centrales de USA, Japón y la Unión Europea dará paso a la recuperación definitiva de la economía global. Tales megainyecciones de liquidez solo morigeran —cuando no postergan o incluso dilatan— los efectos de la crisis. Los redescuentos y swaps aligeran situaciones pero no restablecen los valores de los activos ni la confianza en las contrapartes.

El mayor peligro reside en que el colapso del crédito, las quiebras institucionales y personales, el desplome de valor de los activos y la contracción de la demanda agregada se realimenten y espiralicen en un círculo vicioso, de proporciones catastróficas.

Uno de los problemas centrales es que resulta prácticamente imposible estimar con precisión el nivel de las pérdidas en curso y en dónde se encuentran. Esto ha provocado la suba de las tasas interbancarias a tres meses pese a los recortes dispuestos en la tasa de referencia. Los retornos exigidos a los bonos corporativos de corto plazo, respaldados por activos de buena calificación, llegaron a multiplicar por nueve el spread que pagaban sobre la tasa de referencia a principios de año (30 pb).

El colapso crediticio afectará inevitablemente el gasto de consumo —que fue el gran impulsor del crecimiento en estos años— y ya ha impulsado un alza en la morosidad de los tenedores de tarjetas de crédito. Los planes de los hogares americanos para compra de auto han registrado su mayor descenso en 16 años. La caída de las ganancias corporativas afecta la inversión e impactará en el empleo, deteriorando el consumo de los hogares.

El gasto en construcción de nuevas viviendas, en tanto, se redujo 20,5% interanual durante el tercer trimestre, marcando la mayor caída desde principios de 1991, momento en que USA se encaminaba a una recesión.

El alto precio del petróleo tendrá un impacto recesivo antes que inflacionario, pues absorbe ingresos en detrimento de otros productos y servicios. A cambio, la caída del dólar puede dar impulso adicional a la inflación.