Sin solución para el cambio climático

Después de prolongadas e infructuosas negociaciones, la conferencia convocada en Bali, Indonesia, por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para lograr un consenso de cara a un nuevo tratado sobre que limite especialmente las emisiones de gases que provocan el calentamiento global no deparó el resultado deseado. El problema sigue sin solución.

El tratado anterior, conocido como Protocolo de Kyoto, aprobado en 1997, tuvo el mismo propósito, pero fue resistido especialmente por los Estados Unidos. Esa posición frustró el éxito de ese primer paso, que tendía a mitigar una cuestión que compromete en forma severa el equilibrio del medio ambiente.

Al culminar las jornadas de Bali, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, formuló una dramática alocución en la cual puso el mayor énfasis en destacar las consecuencias irreversibles de cualquier demora en la aprobación de las medidas que se esperaban de la asamblea, de más de 180 países.

"Estamos en una encrucijada -dijo Ban-. Un camino conduce a un acuerdo amplio sobre el cambio climático y el otro, a la extinción. La elección es clara."

Las expectativas sobre la reunión de Bali eran moderadas, pues se concentraban en llegar a establecer puntos básicos de coincidencias que permitieran elaborar un documento que iba ser formalizado en 2009 para entrar en vigor en 2012. Ese año caducará el Protocolo de Kyoto. Sin embargo, las diferencias sobre la forma y la metodología de reducción del empleo de combustibles fósiles generó vivas confrontaciones.

No sólo obró la posición conocida del mayor país industrial, los Estados Unidos, duramente criticados por las asociaciones ambientalistas y por el ex vicepresidente Al Gore, quien acusó a su propio país de obstruir los posibles acuerdos. También China y la India, como grandes economías emergentes, se rehusaron admitir límites para sus emisiones.

Con elocuencia, Gore calificó el calentamiento global de "urgencia planetaria" y afirmó que corresponde a esta generación, y no a la venidera, entablar una lucha contra el problema. Esta generación, de hecho, tiene el imperativo moral de hacerlo.

No pocas voces han advertido que los científicos dijeron qué iba a suceder, pero los responsables políticos hicieron caso omiso de ello. Es la actitud que adoptó Europa con el ascenso al poder de Adolf Hitler y el III Reich en Alemania, agregó Gore, recientemente distinguido con el Nobel de la Paz junto con el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU.

Más allá de las advertencias, que no fueron pocas, el propósito de dejar fijados límites cuantitativos para la emisión de gases -entre el 25 y el 40 por ciento menos de lo que eran en 1990- no pudo acordarse.

Finalmente, los representantes de la comunidad internacional arribaron a conclusiones de carácter general que no implican compromisos en sentido estricto para ningún país. Se reconoció la necesidad "de efectuar severas reducciones de las emisiones mundiales", enunciado abstracto que permitió salvar el estancamiento de los debates y dejar un camino apenas insinuado para 2009, en Copenhague, donde se tendrá que decidir sin más postergaciones el tratado que ha de reemplazar al Protocolo de Kyoto.

En Bali quedó asentada la demanda de poner límites a la emisión de gases por el uso de los combustibles fósiles, generadores del llamado efecto invernadero y, asimismo, quedó asentada la necesidad de reducirlas, lo cual deberá ser cuantificable y demostrable.

Puede observarse que los problemas previos a la conferencia subsistieron sin solución, pese a las expectativas, los discursos y los debates invertidos en ella. Es evidente que la lógica de los planteos económicos y políticos, y la conciencia ambientalista residen en órbitas distintas.

El riesgo está a la vista. La opinión pública debe gravitar para que la comunidad internacional, más allá de los intereses particulares, tome conciencia del peligro al que está expuesto el planeta si los líderes no logran un acuerdo sobre esta materia.