En Bali nadie ha querido ceder

Desde el pasado 3 de diciembre hasta el 14 del mismo mes, Bali tuvo el honor de acoger la UNFCC, la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, un foro de discusión científico y político que ha reunido autoridades de todo el mundo con el fin de poner a punto una vía común y cooperativa para afrontar el cambio climático que aflige a nuestro planeta.


El encuentro, que ha contado con la participación de cerca de 10.000 delegados de todo el mundo, comenzó de la mejor manera posible, con la ratificación del tratado de Kyoto por parte de Kevin Rudd, el nuevo primer ministro australiano. Esta decisión adoptada por Canberra aisla a Estados Unidos, el último de los grandes que no ha ratificado Kyoto. Por otro lado, se ha publicado un comunicado de Ban Ki Moon, Secretario General de la Naciones Unidas, animando a todas las delegaciones fomentar una definición en sentido “verde” de la economía mundial. El desarrollo de las fuentes renovables y de las nuevas tecnologías sostenibles y eco-compatibles fomentaría la creación de nuevos mercados, gracias a la posibilidad de generar nuevos puestos de trabajo: “Los Gobiernos de todo el mundo deben adoptar una economía verde, no sólo para defender al planeta del calentamiento global, sino para crear nuevos puestos de trabajo. Si el 20% de la energía usada en Estados Unidos fuese renovable, se crearían 300.000 nuevos empleos”. Si bien el discurso del Secretario General se dirigía concretamente a Washington, la Administración estadounidense no parece haberlo tenido demasiado en cuenta, al menos en las fases iniciales de la conferencia, donde se opuso con firmeza a la definición de objetivos precisos para la reducción de los gases invernadero. Estados Unidos es responsable de 20% de las emisiones de gas invernadero de todo el planeta, pero se opone a las limitaciones por miedo a los efectos que éstas podrían tener sobre su infraestructura productiva.
China e India

Avisos dirigidos se han dirigido a China y a India, que ocupan, respectivamente, el segundo y el cuarto puesto en la escala de emisiones de gas invernadero y otros gases nocivos. La India debe hacer frente, sobre todo, a las emisiones de las instalaciones domésticas de sus inmensas ciudades de chabolas. En este país existen centenares de miles de instalaciones de bajísima eficiencia, alimentadas de estiércol bobino, que contribuyen de forma masiva a crear una nube marrón constante sobre la parte norte de la India y del Himalaya. Este fenómeno condiciona fuertemente las precipitaciones en el área, aumentando el calor atrapado en la zona y reduciendo el paso de los rayos solares. De este modo, se modifica el curso natural de los ciclos que permiten la regeneración del hielo y de las faldas acuíferas. En el Himalaya nacen los recursos que dan de beber a más de un tercio de la población del planeta, por lo que su empobrecimiento, que ya es una realidad, conducirá a la desesperación a todas las personas que dependen de esta riqueza hídrica.

China, por su parte, debe enfrentarse a su obsoleta red eléctrica, que todavía se basa en la explotación de los recursos fósiles a bajo coste, como el carbón. La renovación de las infraestructuras energéticas es una necesidad para las autoridades chinas que se están dando cuenta de los costes económicos de la contaminación. También la estructura industrial china, basada principalmente en industria pesada con tecnología anticuada, se encuentra en fase de modernización desde hace ya algunos años. Pero las tecnologías más “limpias” se encuentran en manos de los países occidentales, que tienden a concederlas sólo atendiendo a bases comerciales.

Algunos científicos sostienen que los ritmos de crecimiento de la región de “Chindia” están influyendo aún más en el calentamiento global que las emisiones estadounidenses de gas invernadero. Efectivamente, la desaparición del tercer mayor bloque de hielo del mundo, los hielos del Himalaya, además de los proyectos de explotación intensiva de los recursos hídricos de China e India junto con la presión demográfica existente en la zona, están provocando el colapso del ecosistema de la región, con consecuencias que se agravan año a año.Los daños derivados de la demolición ambiental llevada a cabo durante los pasados veinte años por parte de estas dos potencias económicas, productivas y demográficas, se están haciendo patentes de un modo tan evidente que la autoridades están poniendo en práctica planes unilaterales para contenerlos. Además de la ratificación del Protocolo de Kyoto, el Gobierno chino ha decidido unilateralmente reducir el 20% de sus emisiones antes del 2012.

Al comienzo de la Conferencia de Bali, las posiciones de India y China se mantenían aferradas a su presunto “virtuosismo”: ambas afirmaban que solicitar a los países en vías de desarrollo (PVD) una reducción de la emisión de gases invernadero por medio de la adopción de tecnologías verdes, es como mutilar un desarrollo al que tienen igual derecho que el resto de países. Sustancialmente, China e India querían asegurar que los acuerdos no tuvieran el objetivo de reconstruir la supremacía occidental sobre las economías y los modelos de desarrollo orientales. Esta convicción fue claramente expresada por la delegación china: “Nosotros contaminamos mucho, pero sólo desde hace veinte años. Occidente contamina desde hace siglos”.
Las posiciones insanables encuentran una composición común

La Conferencia se estancó hasta los últimos días, evidenciando una sustancial dicotomía entre las mentalidades de los científicos encargados de controlar la situación global y predecir posibles escenarios, y la justificación de los diplomáticos y políticos, que trataban de no comprometerse demasiado en un momento en el que debían encontrar una solución común al problema.
De hecho, el principal objetivo surgido de la conferencia de Bali ha subrayado la necesidad de hacer un esfuerzo común y global para enfrentarse a la emergencia del cambio climático, ya que de otro modo, ningún esfuerzo tendría un alcance suficiente.

Sobre estas cuestiones, Europa y los PVD, principalmente las ya mencionadas China e India, han sido capaces, después de negociaciones que parecían estancadas irremediablemente, de llegar a un acuerdo: si el esfuerzo debe ser común y global, entonces los PVD pueden implicarse para llevar a cabo nuevos modelos de desarrollo, deteniendo las emisiones de gases invernaderos con la ayuda de las potencias occidentales que se empeñan en transferir tecnología punta sobrepasando la óptica comercial. Alemania e Inglaterra son los líderes del compromiso.

La idea de un compromiso común ha sido el motor que ha permitido superar las divisiones continuas, incluso en los últimos momentos de la conferencia, durante los cualesse cruzaron acusaciones de fracasos e intentos de sabotaje con fines puramente políticos. La presencia del Secretario General y su emotivo discurso sobre las consecuencias de un posible retraso en la puesta a punto de estrategias comunes, ha contribuido muy probablemente a crear un clima de positivismo en el seno de las compañías interministeriales, que han abandonado los conflictos cruzados y han conseguido definir una “Hoja de Ruta” que sirva de guía a la lucha contra el cambio climático.

Europa, con Alemania y Reino Unido a la cabeza, ha autorizado la transferencia tecnológica de tecnología verde y ha promovido la ampliación del Fondo de Kyoto hasta 201 millones de euros (de los 37 actuales) para favorecer la implementación de soluciones tecnológicas verdes. Además Europa ha previsto una reducción unilateral del 30% de las emisiones gracias a proyectos de modernización y optimización de su infraestructuras industriales (reducción de la contaminación) y sociales (proyectos eco-sostenibles, de movilidad y consumos domésticos). China, por su parte, ha rebatido la necesidad de encontrar el camino a medias entre la reducción de emisiones y el crecimiento económico y social del que todavía necesita. En todo caso, los daños económicos originados por el cambio climático se están sintiendo fuertemente en el País del Dragón, por lo que las autoridades chinas, de forma independiente, están preparando proyectos para la salvaguardia de los ecosistemas. Estados Unidos, al comprobar su aislamiento, ha decidido dar un paso adelante en la Conferencia, aceptando firmar la Hoja de Ruta verde. Sin embargo, este documento no propone ninguna medida vinculante para la reducción de gases invernaderos y, por lo tanto, no es de extrañar que haya sido aceptado, aún con reservas, por la administración estadounidense.
Conclusiones

A pesar de haber servido para superar algunas diferencias que separaban a los países participantes en la Conferencia,de Bali no se han obtenido objetivos vinculantes, aunque sí un recorrido de citas y negociaciones, además de la concordación de un programa que conducirá a la cumbre de Copenhague de 2009, en la que se pretende poner fin de forma definitiva al problema. Al menos en teoría.

La inexistencia de indicaciones sobre las reducciones vinculadas a las emisiones no ha alterado la situación respecto al protocolo de Kyoto, una situación que sin embargo se estaba tratando de superar, definiendo ritmos de reducción drásticos y comparándolos con los niveles de emisión de los años 90. Kyoto no se ha superado, y las previsiones que se han tenido en cuenta para las catástrofes ambientales son las más “optimistas”. Frente a todo esto, han aparecido una serie de compromisos concretos dirigidos a realizar un esfuerzo común para la construcción de nuevas lógicas de desarrollo industrial. Ésta podría ser la clave para Copenhague 2009.