Bélgica: la prolongada ausencia de un gobierno de mayoría amenaza el precario equilibrio federal

El reino de Bélgica está sin gobierno desde hace seis meses. Las elecciones del pasado mes de junio no dieron a ninguna formación una mayoría suficiente. La tarea de formación de gobierno encargada al cristiano demócrata flamenco Yves Leterme parece más dura de lo previsto, ya que las premisas para un acuerdo con los liberales francófonos están aún muy lejos de realizarse y los intereses de cada una de estas facciones son irreconciliables. Mientras tanto, primero por las calles de Bruselas y más tarde por las de Lovaina, flamencos y valones se han manifestado en favor de la unidad de una Bélgica culturalmente plural. La crisis de un gobierno que aún no ha llegado a tomar posesión se ha convertido en una crisis institucional y el electorado no parece estar a favor de soluciones drásticas.


Elecciones sin gobierno

Los diputados elegidos en las pasadas elecciones federales belgas llevan ya seis meses en la cámara de representantes del parlamento. Sin embargo, no han sido capaces de alcanzar el consenso para la formación de un ejecutivo. El Partido Cristiano-Demócrata Flamenco (CD&V) y la Nueva Alianza Flamenca obtuvieron 30 escaños. Segundos quedaron los liberales francófonos del Movimiento de Reforma (MR) con 20 escaños. La solución aparentemente más sencilla para llegar a una mayoría absoluta sería una coalición entre los cristiano demócratas flamencos y los liberales francófonos que incluyera a los partidos gemelos de los cristiano-demócratas francófonos (CDH) y de los liberales flamencos (Open-VLD), partidos que obtuvieron malos resultados en sus regiones respectivas. Hoy por hoy, esta combinación sólo es posible matemáticamente, ya que políticamente está paralizada.

En primer lugar, hay intereses divergentes que dividen a los representantes flamencos y valones. En el centro de las negociaciones entre las partes que deberían componer la coalición de gobierno está la gestión del poder y la definición del proceso de federalización. Traducido a una lenguaje neo-patrimonialista, la gestión y distribución de los recursos materiales e inmateriales del país. Las partes políticas flamenca y valona compiten principalmente por la gestión del sistema de seguridad social de Bélgica (Sécu). Actualmente, el flujo de dinero del Sécu tiende a ir en su mayoría hacia Valonia, principalmente en forma de subsidios de desempleo. En 2003, cerca de 5,4 millones de euros se fueron de Flandes a Valonia. El 57% de ellos, como fondos para seguridad social. Estos números no sólo indican la debilidad económica valona, sino también su dependencia de la región de Flandes. En realidad, Valonia se resiente todavía de las secuelas de la crisis estructural que sufrió en los años sesenta, que la relegaron al papel de región atrasada del país, debido a la reconversión de una estructura productiva basada principalmente en la extracción minera y la industria pesada. La región flamenca, en cambio, ha conseguido sacar partido de las inversiones multinacionales de aquellos mismos años y a basar su productividad en las nuevas tecnologías, el sector químico y la oferta de servicios. Sobre esta base, la pretensión del CDH es la de otorgar mayores competencias a las regiones en los sectores de la sanidad y el empleo para disminuir el volumen del flujo de dinero que va de Flandes a Valonia y potenciar la productividad flamenca, una postura que la parte francófona no comparte en absoluto.

Otro aspecto donde no hay consenso es el de la división de la circunscripción electoral del distrito judicial de Bruselas-Halle-Vilvoorde. Según la propuesta de los políticos flamencos, la región bilingüe de Bruselas se escindiría electoralmente en dos partes: la capital y la zona periférica. Esta nueva configuración de las circunscripciones electorales restaría peso electoral a los ciudadanos francófonos residentes en la periferia de Bruselas. La composición relativa electoral dependería en este caso de un ámbito demográfico en el que los francófonos serían minoría. En consecuencia, el apoyo a los partidos francófonos también sería menor.

En un segundo nivel de análisis, la combinación entre los partidos cristiano-demócrata y liberal difícilmente puede funcionar. Ambos son herederos del sistema de partidos bipolar belga del siglo XIX. Los resultados demuestran que, mientras la comunidad belga está orientada políticamente en una dirección, la comunidad valona lo está en la otra. Por su parte, el ya dos veces primer ministro Guy Verhofstadt del partido liberal flamenco prorroga su mandato hasta la formación de un nuevo gobierno.

La crisis por la imposibilidad de formar gobierno es antes que nada una crisis institucional. Es el punto de llegada de un proceso de federalización que está aún en curso y que debe ser construido desde dentro. Concebido como un proceso de continua negociación, pero sin ningún marco de referencia legislativo interno.
El proceso federal sobre la base de la unidad lingüística

A partir de 1970 se inició en Bélgica un proceso de reformas constitucionales y de ajustes legislativos para dar vida a un modelo de estado federal, en permanente evolución. Detrás de este cambio institucional estaba la demanda de autonomía regional y cultural proveniente desde abajo. El motor principal del proceso de traspaso de competencias y el criterio de definición de las unidades administrativas fue la confirmación de la unidad lingüística, apoyado sobre todo por la parte flamenca. Una consecuencia de esta propuesta ha sido la federalización no consolidada en referencia a la división en provincias, que existía desde la independencia de Bélgica. La exigencia en la base del federalismo belga no era sólo de una mayor eficiencia, sino también el reconocimiento institucional de una unidad en base lingüística y cultural.

En 1980, el artículo 1º de la constitución del Reino de Bélgica decía “Bélgica es un estado federal constituido por comunidades y regiones”. Las comunidades belgas son la flamenca en el norte, la francesa en el sur y la pequeña comunidad germanófona en el este. Las regiones también son tres, aunque no se corresponden con las comunidades: en el norte está la región de Flandes, con el 58% de la población del país, en su mayoría flamenca y con un PIB de 171 mil millones de euros; la región de Valonia está en el sur, tiene el 32% de la población, en su mayoría francófonos y un PIB de 70 mil millones de euros; y la tercera región es la de la capital Bruselas, oficialmente bilingüe aunque principalmente francófona y que se encuentra enclavada en territorio flamenco. Las diferentes reformas constitucionales han concedido cada vez mayor poder a las regiones y a las comunidades. En primer lugar, a Flandes y a Valonia, ambas comunidad y región a la vez. El resultado es un sistema federal asimétrico en las funciones administrativas, en el tamaño de las regiones, en su fuerza económica y en su peso internacional. Se trata de un sistema que, a pesar de mantener unida a Bélgica, refuerza sus diferencias. Esta base estructural ha configurado un sistema político bicéfalo, que hace referencia exclusivamente a su propio electorado.
Sistema político bicéfalo y Bruselas en disputa

Después de los primeros pasos del estado federal belga, los partidos nacionales empezaron a dividirse en dos, según la línea de demarcación flamenca o valona, causando una fragmentación de sus representantes. En 1981, los partidos que se presentaron a las elecciones fueron 14, mientras que actualmente, los partidos cristiano-demócrata, liberal, socialista y verde operan de manera diferenciada en las dos macro-regiones belgas, presentando sus listas sólo en la región lingüística a la que pertenecen. No hay un marco para la coordinación nacional entre los partidos “gemelos” y el electorado de referencia es parcial. Al lado de los partidos principales operan los partidos de extrema derecha, en ascenso sobre todo en Flandes. Bruselas es la ciudad en disputa. Enclavada en la región de Flandes, tiene, en cambio, mayoría de ciudadanos francófonos. La circunscripción de la capital es la única en la que ambas partes presentan sus listas de candidatos, aunque siempre teniendo en cuenta las exigencias de su electorado de referencia. Esto explica el controvertido resultado de las elecciones de junio. La escisión en el seno de la élite política explica que el proceso de federalización se haya convertido en una carrera por acaparar los recursos materiales e inmateriales del país para satisfacer al propio electorado de referencia. A pesar de que no falta una cierta forma de solidaridad hacia Valonia, ésta tiene poco peso en términos electorales. La ceguera política ante los temas nacionales es consecuencia de la escasa consideración de la opinión pública como interlocutora no sólo a nivel regional, sino también nacional
Conclusiones

A medio plazo, Bélgica no parece que esté a punto de partirse en dos. Desde el punto de vista de la sociedad civil, la relación entre ambas partes no es tan desesperadamente tensa. Los representantes políticos flamencos buscan hacer valer la posición económica más fuerte de Flandes en el plano político, con lo que obtienen unos notables réditos electorales. Las ventajas de la federalización son vanas, sin embargo, si no están en el marco de una política nacional que mire a largo plazo: entonces sólo conseguiría acentuar la parálisis política actual.