Yo hablo con todos y no me peleo con nadie


Daniel Scioli repite: "Yo hablo con todos y no me peleo con nadie". La frase se convirtió en su estilo de vida y hasta ahora le dio buenos resultados en la política: desde 1997 fue dos veces diputado; luego fue vicepresidente; dos veces gobernador.


Y a Scioli la suerte parece acompañarlo . Sobrevivió al menemismo, al duhaldismo y cuando todos pensaban que los Kirchner lo abandonaban, o que el saltaba el charco...

El electo gobernador bonaerense, que nació en 1957 en un hogar de clase media porteño, tuvo la misma suerte en el deporte hasta que sufrió un accidente. Desde 1986 practicó motonáutica y ganó 8 campeonatos mundiales. Pero en 1989, cuando corría en el río Paraná, tuvo un accidente y perdió su brazo derecho. Desde allí, su vida cambió. Comenzó a trabajar como asesor de negocios de la compañía suiza Electrolux. Su empresa familiar de electrodomésticos Scioli Internacional había quebrado.

Le costó adaptarse a la liturgia peronista. Al principio no conocía ni la letra de la marcha. Pero se aggiornó rápido e incorporó un discurso que roza lo superficial y evita la confrontación, . Adoptó también el pragmatismo del PJ con una visión empresarial que lo ayudó a presentarse como eficiente y a hacer de los cargos una plataforma de marketing político.

En Diputados entabló una gran amistad con Hilda "Chiche" Duhalde y se posicionó en la Comisión de Deportes. En 2001, cuando el menemismo estaba en decadencia se aferró a Duhalde y logró su reelección como diputado. Luego estallaría la crisis y se posicionaría en la Secretaría de Deportes en la Casa Rosada con el caudillo bonaerense.
En agosto de 2003, el Presidente lo despojó a Scioli del manejo de la Secretaría de Deportes, sus ex asesores fueron investigados por la Oficina Anticorrupción y fue denunciado en el recinto del Senado por la primera dama por liderar una supuesta operación de prensa para desprestigiarla. Aquel hecho nunca se comprobó, pero el vicepresidente se llamó a silencio, evitó confrontar con los Kirchner y se dedicó de lleno a la tarea que más le gusta jugar: la de hacer relaciones públicas.

Usó su traje de vicepresidente para ocupar el espacio que Kirchner rechazaba. Invitaciones a las embajadas, viajes protocolares y almuerzos con empresarios. Scioli entabló así un diálogo fluido con la embajada de los Estados Unidos y con diplomáticos europeos con los que el Presidente nunca dialogó. A la vez, convirtió al Senado en un centro de atracción al entregar premios a figuras como Sandro o Maradona.

Scioli jamás formó parte de la mesa chica de decisiones del Gobierno y muchas veces se enteró por los diarios de medidas que tomó Kirchner.
Hoy tiene en su haber el poder que dan los votos. Habrá que ver si  logra mantener su lema de hablar con todos y no pelearse con nadie.