En España las pequeñas editoriales apuestan por la imagen para ser competitivas

Lanzan uno, diez o veinte volúmenes al año con tiradas que no suelen superar los 2.000 ejemplares. Por eso, llamar la atención del lector y ofrecer productos diferentes se convierte en una prioridad para las casas más modestas

Por Carmen Álvarez



Frente a los supermercados de libros, la diferenciación. Las pequeñas editoriales intentan hacerse un hueco en un sector tan complicado como es el de la venta de libros. Sus tiradas son bastante reducidas y por eso, a la hora de convencer al lector, lo tienen claro: ofrecer un producto singular y destacar gracias al diseño, la encuadernación o las ilustraciones.

Hace unos días, el ministro de Cultura entregó los premios a los libros mejor editados dentro de la celebración de la Feria Internacional del Libro de Barcelona. Buena parte de los reconocidos fueron volúmenes de pequeñas firmas. Entre ellas, Kalandraka, Factoría K de Libros, OqO o Media Vaca. Unas empresas cuyos nombres son cada día más repetidos.

"En estos últimos tres años se ha dado un salto cualitativo notable en lo que se refiere a la calidad de los libros ilustrados", asegura la editora Bárbara Fiore, de la casa que lleva su nombre. Y eso es gracias a muchas de estas propuestas.

"Las pequeñas editoriales se pueden permitir hacer cosas muy diferentes y más arriesgadas", asegura Ingrid Acebal, de la editorial, galería y librería madrileña Panta Rhei. El resultado está a la vista. Sin embargo, otos ‘quijotes' del sector consideran esta opción como una salida prácticamente obligada.

Temáticas y públicos variados

No importa la temática. Aunque es cierto que la mayoría de estas propuestas se reservan para el público infantil y juvenil, la oferta no se limita a esta única franja. Además, "hay mucha gente mayor que disfruta tanto como los chavales con libros para los más pequeños. Hace unos años prácticamente no existían en España los álbumes ilustrados y, para ellos, esto también es novedad", reflexiona Paz Castro, de Kalandraka.

La editorial Zorro Rojo propone lecturas como Reunión, de Julio Cortázar, La metamorfosis, de Kafka, o La transformación, de Mary Shelley. Y los presenta ilustrados por los artistas Enrique Breccia, Luis Scafati y Gabriela Rubio. La Luz Roja, por su parte, apuesta por los libros de poesía, y Artichoque dedica una colección de volúmenes al kama sutra, ilustrado por diferentes artistas. "Mi objetivo prioritario es suscitar curiosidad", afirma el director de esta última, Roberto Maján.

Lecturas con la vista y el tacto

Captar la atención, seducir con las tapas, con la ilustración... "Un buen libro es siempre un objeto especial. El tacto, la vista e incluso el olfato también forman parte de la lectura", asegura Eduardo Jiwnani, de La Luz Roja. Al fin y al cabo, la vida de un libro es corta. Y aunque eso no es un problema cuando se lanzan cientos de volúmenes al año, cuando las cifras se reducen a veinte, doce o incluso un volumen anual, empieza a serlo.

A esto se une que "las grandes editoriales dominan los canales, los puntos de venta...", como apunta Jesús Moreno, propietario de la editorial de novela gráfica Sins Entido, que también cuenta con su propia librería-galería. Por esto, la mayoría coinciden en asegurar que este negocio no es rentable.

"Nosotros lanzamos una tirada de 1.500 ejemplares por volumen. Si se venden 1.000 es todo un éxito, pero la media está en unos 700", detalla Moreno. Maján es aún más negativo. "Es un mercado absolutamente deficitario y no se desarrollaría sin la energía y la voluntad desinteresada de muchas personas que disfrutan haciendo este trabajo".

Pero a la mayoría no les importa."Nunca nos planteamos un libro desde el punto de vista económico", asegura Fiore. O como les ocurre en Panta Rhei: "Para nosotros es el capricho. Nos enamoramos de un proyecto o de un ilustrador y lo sacamos al público", concluye Ingrid Acebal.