Elsztain y Mindlin


Demostraron ser tan exitosos juntos como separados. Como socios, sus ventas eran de u$s 80 millones en 2003. Hoy, si se suma la facturación de IRSA y Pampa Holding, alcanzan los u$s 2.000 millones. Dos estilos distintos de hacer negocios.

Por Victoria Álvarez Benuzzi

En noviembre de 2003, luego de una doce años de hacer negocios juntos, Marcelo Mindlin entró en la oficina de Eduardo Elsztain sin golpear, como era su costumbre. Sus ojos tenían un brillo diferente. Era una mezcla de entusiasmo y pena. Entusiasmo, porque iba a dar el paso más importante en su carrera como empresario: dejar de ser el número dos de IRSA para ser el número uno de su propio negocio. Y pena, porque para hacerlo no tenía otra opción que separarse de su socio y amigo, con quien habían hecho sus primeros pesos con el ímpetu febril típico de los jóvenes emprendedores. En 1990, cuando tenía 24 años, Mindlin se asoció a Elsztain, de 26, en IRSA, una de las mayores compañías argentinas de bienes raíces fundada en 1943.

Pero casi en sus 40 años, Marcelo quería diversificar los negocios, abrirse, arriesgar. Dejar de pensar sólo en ladrillos y abrir el juego a otros rubros. Según amigos que tienen en común, Mindlin no siempre concordaba del todo con el estilo conservador de su partner a la hora de mirar nuevas apuestas en nichos distintos a los que ya había recorrido. Él en ese momento hubiera querido hacer negocios con el fútbol, apostar por Gatic, Parmalat o Telecom. Pero Eduardo prefería no sacar los pies del sector inmobiliario y financiero, donde se sentía cómodo y seguro.

A casi cuatro años de ese divorcio, en la historia de los dos parece haber corrido mucha más agua que cuando eran socios. El último año que trabajaron juntos, en 2003, IRSA tuvo ventas por $ 237 millones y un patrimonio neto de $ 809 millones. En su último balance, cerrado en junio de 2007, el grupo que quedó en manos de Eslztain tuvo ventas por $ 739 millones (con un patrimonio neto de $ 1.647 millones); Alto Palermo (APSA), $ 438 millones, y Cresud, $ 103 millones, sin contar su participación en el Banco Hipotecario, cuyo patrimonio neto alcanza los $ 2.561 millones. Por su parte, Mindlin, que en la apuesta a su propio camino hizo un recorrido diferente con Pampa Holding, muestra un patrimonio neto de u$s 1.337 millones y una facturación estimada para este ejercicio en $ 3.360 millones. Entre sus empresas figuran Edenor, Transener (posee el 50%) y las hidroeléctricas mendocinas Nihuiles y Diamante; la salteña Central Térmica Güemes, y la neuquina Central Loma La Lata. Es decir, los dos ganaron y mucho.

LA FAMA Y EL DINERO. ¿Qué quiere decir que el sendero que eligió Mindlin tuvo un recorrido distinto al de su ex socio? Marcelo se hizo muy buena fama en los mercados internacionales por haber sido el cerebro de la renegociación de la deuda de IRSA, la primera exitosa de la post crisis. Esa fue su carta de presentación más fuerte cuando se independizó y salió a buscar dinero fresco para comprar empresas eléctricas. De hecho, se enorgullece contando que cada vez que salía al mercado lograba vender el doble de acciones de las que preveía.

Cuando compró Transener, la compañía tenía un pasivo de u$s 550 millones. Inmediatamente renegoció la deuda y la bajó a u$s 360 millones, con vencimientos a partir de 2013. La compañía, que venía mal en términos financieros, pasó a ser rentable automáticamente. Mindlin adquirió la mitad de Citelec –la controlante de la eléctrica– en u$s 20 millones en 2004. Petrobras cedió este año la otra mitad de esa firma a Enarsa y Electroingeniería en u$s 65 millones. Ese mismo esquema hizo con el resto de las firmas que compró baratas y endeudadas.

Por su parte, Elsztain tampoco se quedó atrás a la hora de hacer buenos negocios, aunque claro a su manera más conservadora y siempre en su metier. La salida de Mindlin de IRSA coincidió con una explosión inmobiliaria, agropecuaria y de consumo, justamente los sectores en los que Eduardo se mueve con mucha soltura y que supo aprovechar muy bien. Y no sólo él, sino también sus hermanos, Daniel –que encabeza APSA– y Alejandro –que tomó las riendas del corazón financiero de IRSA–.

Pero los distintos rumbos que tomó cada uno no significa necesariamente un alejamiento en lo personal y, parecería que tampoco hay que descartarlo en lo profesional. "Hoy no tenemos negocios en común, pero no descarto la posibilidad de tenerlos en caso de que aparezca la oportunidad. Hoy no la veo, pero a futuro podría ser, ¿porqué no?", dijo Marcelo Mindlin a FORTUNA, aunque pueda sonar más a un guiño hacia su ex partner. Sin embargo, falta despejar una pequeña nube que puede empañar la relación y que tiene un antecedente que data de cuando decidieron separarse.

EL CORTOCIRCUITO. El primer problema que se presentó entre ellos fue la decisión de Marcelo, cuando se independizó, de llevarse consigo a todo el equipo financiero de IRSA, dejando un vacío que Elsztain se apuró a llenar poniendo a sus hermanos a ocupar las funciones de su ex socio. Pero este revés, que le molestó a Eduardo en su momento, era casi previsible ya que las personas que se fueron eran parte del equipo de trabajo de Mindlin e incluían, entre otros, a su hermano, Damián Mindlin –que hoy está en el directorio de Pampa–, Gustavo Mariani y Ricardo Torres. Ellos, y otros que también emigraron y que habían participado en la exitosa restructuración de la deuda de IRSA, eran en la práctica el cerebro financiero de IRSA. Por eso el shock inicial y el disgusto que provocó la retirada "en banda". De hecho, cuando se le pregunta a Mindlin cuál es su fuerte, no duda en señalar a sus nuevos socios. "Lo mejor que tenemos es el equipo de trabajo", dice sin dar más vueltas.

Pero el resquemor que siente hoy Eduardo viene en realidad de otro lado. Cuentan allegados a los empresarios que antes de darse el abrazo de despedida, en 2003, Eduardo le deseo suerte y le pidió un único favor. Compromiso de palabra, si se quiere, teniendo en cuenta que sería sellado entre dos hombres de honor en los que no tenía sentido usar a la tinta como testigo. "No te metas en el rubro inmobiliario. Eso es lo mío y yo no me muevo de acá", le habría dicho Elsztain.

Un año después, Dolphin, como se denominó inicialmente la empresa de Mindlin que salió a la caza de capitales frescos, compró Pampa S.A., empresa inactiva que tenía la virtud de operar en Bolsa y un edificio histórico ubicado en un sitio privilegiado de Puerto Madero, frente a las torres Catalinas de IRSA. En un primer momento, se entendió que Mindlin estaba copiando el modelo elegido por Elsztain con IRSA. Es decir, comprar una empresa vacía que cotice en Bolsa (Pampa era un frigorífico que no operaba desde hacía 10 años) y empezar a capitalizarla con buenos negocios. De hecho, eso hizo Marcelo con Pampa. Pero no se deshizo del edificio.

Es más, sus socios y colaboradores salieron a decir que tenían presentado un proyecto para la construcción allí de un centro comercial. Elsztain sintió ese golpe y los nubarrones comenzaron a asomar en la relación entre ambos. Pero hoy Mindlin intenta ahuyentar ese fantasma que da vueltas desde entonces por el directorio de IRSA. "En un momento se dijo que haríamos un emprendimiento inmobiliario, es cierto. Pero la verdad es que no voy a salirme del sector eléctrico, así que no se hará nada inmobiliario en ese predio", aclara el titular de Pampa Holding.

Comienzos. En el Nacional Buenos Aires, Eduardo Elsztain tenía como compañera y amiga a la hermana de Marcelo Mindlin. Por ese motivo, cuando ambos se encontraron años después en la Bolsa "se conocían de vista". Eduardo tenía una pequeña oficina de operaciones bursátiles-inmobiliarias en el microcentro, y Marcelo, apasionado de las finanzas desde chico, tenía la costumbre de entrar al corredor de la Bolsa a empaparse un poco de ese mundillo que lo deslumbraba.

Mindlin era, visto desde afuera, un joven hiperactivo, simpático y con mucha facilidad para socializar con extraños. Elsztain, en cambio, tenía una imagen más reservada y distante. Pero como los opuestos se atraen, un día se juntaron a tomar un café. Dice la leyenda que cada uno pagaba el suyo, para que las cuentas claras preserven la incipiente amistad. Esa misma actitud fue la que mantuvieron a la hora de avanzar en la división accionaria, realizada con la prolijidad extrema que caracteriza a Elsztain a la hora de hacer negocios.

El día después. Pasados los años, y más allá de los temas que parecerían generar algo de fricción, Marcelo (44) y Eduardo (46) siguen manteniendo una relación fluida y discretamente amigable. Se hablan por teléfono con asiduidad para consultarse sobre negocios, actitud que refleja un respeto profesional mutuo. Mindlin incluso lo llama para ofrecerle oportunidades rentables en su fondo de inversiones, que han sido bienvenidas por lo menos dos veces por Elsztain. Y viceversa, según aclara Mindlin: "Cuando tengo oportunidades llamo a todos mis amigos, entre ellos a Eduardo".

En términos sociales, no se juntan a comer asados ni acuerdan almorzar juntos durante la semana. Eso no se da. Pero se invitan mutuamente a sus cumpleaños y a los festejos religiosos de ambas familias, que comparten la tradición judía. Nada más.

Basta ver sólo cómo se visten para entender que Mindlin es más cosmopolita, canchero y consumista que su ex socio. Elsztain viste siempre con trajes atemporales y con colores neutros, como lo hacía su abuelo Isaac, quien era uno de los mas importantes dueños de terrenos en Buenos Aires y se dedicaba a la actividad inmobiliaria. Y esta imagen es un reflejo de la manera en que cada uno encara y hace sus negocios.

De hecho, si bien ambos compartes la religión judía y la pasión por Boca Juniors, viven ambas cuestiones de modo diferente. Elsztain es ortodoxo en la práctica religiosa. Y Mindlin acude al templo sólo para los festejos, según señalan los que lo conocen. Con el fútbol la actitud se invierte. Marcelo cumple religiosamente con el club de sus amores. Y dicen que no descansará en paz hasta no hacer negocios ligados al fútbol. En cambio, Eduardo no necesariamente se desvive por un Boca-River.