Un Estado más fuerte para la agenda que viene

América latina crece y bajan pobreza y desempleo. Pero hay mucho por hacer aún, sobre todo en educación y seguridad.


Ricardo Lagos EX PRESIDENTE DE CHILE



Tal vez no nos hemos dado cuenta. Pero recientemente la CEPAL ha entregado un documento que coloca sobre la mesa un nuevo escenario en las condiciones políticas y económicas por las cuales transita América latina hacia su futuro.


Un informe con buenas noticias, pero también pleno de preguntas acuciantes si queremos cohesión social y buen gobierno para esta región.


Según el "Estudio económico de América latina y el Caribe 2006-2007", dado a conocer por esa entidad, de seguir la tendencia vigente hasta 2008, la región finalizará seis años de crecimiento consecutivo —desde 2003—, en los que el producto por habitante acumulará un aumento de 20,6%, equivalente a un alza promedio de más de un 3% anual.


Detrás de las cifras estamos ante una novedad mayor: nunca hemos experimentado un lustro de crecimiento tan intenso. Por cierto, en ello está colaborando el desarrollo favorable de la economía mundial y en especial la demanda proveniente de los países asiáticos.


De esta forma, se espera que la región crezca 5% este año y 4,6% en 2008, después de haber crecido un 5,6% en 2006. No tuvimos estas cifras ni siquiera en el período 1991-1998.


Lo más importante detrás de estos números es que varios millones de latinoamericanos han cruzado la línea de la pobreza y empiezan a tener una vida mejor. Por cierto, queda mucho por hacer y la lucha contra la pobreza es aún dura y fuerte. Sabemos que ella golpea al 38 por ciento de la población, es decir, 205 millones de personas, de los cuales un tercio vive en la indigencia.


Pero, al mismo tiempo, hay mejoras sustantivas en un continente de 560 millones de habitantes, donde son muchos los que, habiendo dejado atrás su condición de pobres, se perciben como personas de ingreso medio.


Es cierto que la pobreza es mucho más cuantificable que la condición de clase media, porque ésta se vincula a autorreferencias y percepciones de estar mejor. Pero lo cierto es que en países como Brasil, México, Argentina o Chile el fenómeno está a la vista, como también lo anticipan los avances logrados en Perú y Colombia.


Es internacionalmente reconocido que Chile ha estado en la avanzada en las políticas públicas que han generado este cambio, pero los datos de Brasil y México —países que suman ambos más de la mitad de la población del continente— ratifican claramente esta tendencia.


Además, es un dato concreto que se han reducido los niveles del desempleo del 11 por ciento a 8,3 por ciento, como promedio regional. Y si se toman ciertos países en forma individual, los datos están por debajo de esa cifra. Hay información concreta de CEPAL y OIT que nos habla de un incremento en el trabajo formal, pero también de un aumento en el llamado sector "por cuenta propia", esto es, de aquel que ha montado un negocio o un taller.


Todo esto nos lleva a una pregunta mayor: cuáles son los nuevos desafíos que esta realidad plantea para América latina.


Primero, respecto de la forma cómo vamos a entender el crecimiento futuro, en donde junto con acelerar las políticas públicas para terminar con el flagelo de la pobreza, se van a empezar a insinuar en la agenda las demandas y necesidades de aquellos sectores medios, de aquellos que, al dejar atrás la pobreza, buscan tener un horizonte mejor. Y empezaremos a escuchar por todos lados: "Si ya quedaron atrás los días más duros, quiero seguir avanzando y lograr un mundo mejor para mis hijos".


Y es aquí donde la demanda educacional pasa a ser un tema central. Tendremos exigencias crecientes por una educación de calidad, con recursos adecuados y donde disminuya la brecha entre el sistema público y privado; donde aprender un idioma extranjero, especialmente inglés, sea posible con instrumentos eficientes; donde la computación de calidad esté a mano en escuelas básicas y recintos de educación media.


Esto se liga directamente con la forma como América latina seguirá creciendo, en la que la incorporación al mundo de los servicios es esencial. Sabemos que estamos teniendo una participación decreciente en el comercio mundial, más allá de las cifras que hoy nos entregan las exportaciones, especialmente de commodities. Un lado oscuro puede emerger en ese crecimiento si no contamos con los recursos humanos preparados para las nuevas demandas.


En segundo lugar, asumir el papel central de las políticas públicas con un Estado moderno, eficiente y fuerte. El éxito de un mayor crecimiento hará que sectores medios busquen participar más activamente de los frutos del desarrollo y traerán nuevas demandas. Por una parte, tendremos que seguir aplicando con energía las políticas públicas que han servido para disminuir la pobreza. Por otra, será necesario dar paso a un conjunto de políticas para aquellos sectores medios que aspiran a una mayor seguridad y a una mayor protección. Protección en la educación de los hijos, en la salud, en la vivienda, en la vejez.


Lo que empieza a estar en cuestión es la necesidad de tener un Estado más fuerte, capaz de realizar estas tareas. Si en la década de los noventa se hablaba tanto de un modelo neoliberal en la región, ahora lo que se busca es una redefinición del papel del Estado para asegurar a los sectores de rentas bajas y medias una sociedad más solidaria, más protectora, acorde con los nuevos ingresos. Lo que se espera es que este mayor crecimiento también signifique más solidaridad. Es cierto, se busca más libertad y más igualdad, pero como dijera Octavio Paz "a ratos se echa de menos más fraternidad".


Construir la fraternidad en nuestras sociedades será la tarea que América latina comenzará a debatir con más fuerza, porque la realidad así lo demanda.